Quizá sorprenda que en un blog dedicado a los encuentros entre arte y psicología aparezca una entrada dedicada al ajedrez y a uno de sus artistas más destacados y sorprendentes de su historia, el jugador de ajedrez letón, en su momento jugador de la antigua URSS, Mikhail Tal, el octavo campeón del mundo (1960-1961).
Aprovecho también esta ocasión para rendir homenaje al que fue una de mis principales aficiones y pasiones en mi juventud, el ajedrez, este difícil juego considerado una mezcla de deporte, ciencia y arte y que, en su momento, tanto me fascinó (Caissa, la diosa del ajedrez, es una gran seductora).
Actualmente, el ajedrez humano está puesto en jaque por el gran desarrollo de los famosos motores de ajedrez (Chess Engine), es decir, programas informáticos que son programados para jugar al ajedrez, y que con el tiempo han ido evolucionando hasta ser prácticamente invencibles. Sin embargo, uno se da cuenta de la fortuna de no ser un programa-máquina solo para que hayan existido jugadores que han jugado al ajedrez como Mikhail Tal. Para los jugadores y aficionados al juego son conocidos nombres de programas como Stockfish, Komodo, Fritz, etcétera, si bien desde hace un tiempo, el programa desarrollado por Google Deepmind, llamado Alphazero, ha llegado a cotas de juego verdaderamente sorprendentes. Muchos de estos motores, unidos a la potencia de los hardware actuales, incluyen además la capacidad de autoaprendizaje (machine learning) a partir de su propia experiencia en el juego, lo que les transforma en "jugadores" de una potencia temible.
Llegados a este punto, y en un momento en el que el programa unido a la potencia de la máquina (el hardware) supera al jugador humano (incluso a los más fuertes grandes maestros), y donde parecería que esto le quita sentido al juego, es un momento, en realidad, para volver a reclamar y reivindicar la condición de arte del ajedrez, el representante de su dimensión más humana. Creo que hay que diferenciar muy claramente un juego como el ajedrez cuando este es jugado por esa combinación de programa y potencia de la máquina en la que se ejecuta (determinada por los procesadores de los actuales ordenadores y la capacidad de los discos de almacenamiento y memorias RAM, etcétera), del mismo juego jugado por seres humanos, expuestos a los límites de su inteligencia y memoria aplicada a la comprensión del juego (una combinación de técnica, estrategia y táctica aplicada a cada fase del juego - apertura, medio juego y final de partida), como también a sus límites psicológicos, tema este que daría para mucho.
II. SOBRE MIKHAIL TAL, EL JUGADOR DE AJEDREZ Y LA PASIÓN.
La aparición de Mikhail Tal fue, en su momento, una revolución en el ajedrez. Su estilo de juego claramente de ataque, agresivo, imaginativo, combinativo, apareció como un vendaval que arrasaba a sus contrincantes sobre el tablero de una manera espectacular para alzarse en 1960, a los 24 años, en el campeón del mundo más joven de la historia (sólo superado más tarde por Garry Kasparov, en 1985, con 22 años) al derrotar al vigente campeón del mundo en aquellos momentos, el también ruso-soviético Mikhail Botvinnik. Dos estilos absolutamente opuestos se enfrentaban, y un joven que hacía del ajedrez Poesía (Tal) derrotaba al Ingeniero de 49 años (Botvinnik).
Match por el Campeonato del Mundo de 1960. Botvinnik-Tal
Para comprender el juego de Tal, su talento y la dimensión artística de muchas de sus partidas, verdaderas obras de arte del ajedrez, hay que destacar algunos elementos esenciales que le caracterizaron como jugador, y también como ser humano:
1) La pasión por el ajedrez, pasión que, en su caso, hay que entender que va más allá del espíritu competitivo y la voluntad de vencer (que, obviamente, también tenía), para situarse en el plano de la belleza en sí mismo del juego y sus posibilidades que, en su caso, concretamente tomaron forma en su incisivo juego de ataque (una sutil combinación de estrategia y táctica). En una ocasión Misha (el diminutivo por el que también se le llamaba) dijo hablando de Caissa, la diosa del ajedrez:
Al igual que todas las diosas mitológicas, ésta también exige sus sacrificios. Sus servidores son generosos: ¡cuántos de ellos le ofrecieron toda su vida!… pero los sacrificios que con más frecuencia se ofrecen a Caissa son sus propios bienes: alfiles, peones, caballos. ¡Cuántos de ellos son sacrificados para mayor gloria de la diosa! ¡Incluso las propias reinas, a veces, son entregadas voluntariamente! Naturalmente, la suerte de estas ofrendas es muy distinta. Unas cuantas son aceptadas por Caissa y entonces el ajedrecista alcanza la gloria y el reconocimiento de sus contemporáneos. Pero no siempre, ni mucho menos, estos sacrificios complacen a la diosa. Entonces, qué se le va a hacer, hay que esperar a otra ocasión…
Esa entrega a Caissa era su pasión por el ajedrez, una pasión que no se centró tanto en querer alcanzar la gloria por querer ser un gran campeón del mundo, como una gloria alcanzada a través de una búsqueda incansable de la belleza del juego.
2) La belleza no implica necesariamente corrección. Para comprender esta frase hemos de precisar que el ajedrez humano está determinado por varios elementos que, más allá de los conocimientos del juego, así como de la comprensión profunda de estos conocimientos y los límites de la inteligencia y psicología humanas, implican otros factores:
- El tiempo es un factor muy importante en el ajedrez. El jugador de ajedrez juega contra su contrincante, pero también contra el tiempo. Con eso me refiero a que en todas las modalidades del juego del ajedrez (clásico, rápido y blitz o relámpago) el tiempo es un límite para él. Si ese límite es rebasado el jugador pierde la partida aunque su posición sea ganadora.
- Intuición vs. Cálculo. El análisis de las posiciones complejas requiere, en principio, precisión en el cálculo, y la precisión requiere tiempo. Esa combinación de complejidad, precisión y tiempo caracterizaban muchas partidas del Mago de Riga (como también se le conocía).
Tal realizó un gran número de partidas de gran belleza. No obstante, siempre ha sufrido la crítica de los puristas del juego, que le han achacado que, en varias ocasiones, sus complejas partidas de ataque y combinaciones contenían finalmente errores, o que estos bellos ataques no siempre le llevaban a la victoria, o que sacrificaba la corrección por la belleza. No obstante, esas bellas victorias que contenían errores eran detectados "a posteriori" en la comodidad de los sillones desde los que se analizaban tranquilamente las partidas o, como actualmente sucede, cuando se las pasa por el análisis de un motor de ajedrez. Sin embargo, esta comodidad está muy lejos de la del jugador que debe analizar la partida sólo con su mente, sin poder tocar las piezas del tablero (como cuando se analiza luego una partida) y sabiendo que una posición compleja implica una gran capacidad de cálculo que requiere tiempo, y que el tiempo corre inexorablemente consumiéndose. Tal resumió este espinoso conjunto de "complejidad-precisión-tiempo" en una imagen metafórica muy clara:
DEBES LLEVAR A TU OPONENTE A UN BOSQUE OSCURO Y PROFUNDO DONDE 2+2=5, Y DONDE EL CAMINO QUE CONDUCE A SU SALIDA SOLO ES LO SUFICIENTEMENTE ANCHO PARA UNO .
La complejidad es el "bosque oscuro y profundo", la precisión la expresaría este curioso "2+2=5" que nos viene a decir que la precisión es muy difícil cuando se está dentro de la densidad de ese bosque, y más cuando el tiempo corre inexorablemente, y que dentro de esa complejidad, dimensiones como la intuición y la creatividad, más allá del cálculo preciso, hacen que no sea evidente que 2+2 vayan a acabar en 4. Y en cuanto "el camino que conduce a su salida es solo suficientemente ancho para uno", es que el camino se abrirá para aquel que mejor se mueva en ese complejo teniendo en cuenta todos estos factores..
"Hay los sacrificios correctos y los míos" (Mikhail Tal).
La belleza de muchas partidas de Tal hay que verlas desde esa prisma, desde su profunda capacidad en moverse en "bosques oscuros y profundos" por las que finalmente él solía encontrar el camino ancho que le llevaba a la salida antes que su oponente, quien acababa perdido en sus espesuras. Su antídoto al conjunto "complejidad-precisión-tiempo" fue otro conjunto que le caracterizaba especialmente, un conjunto determinado por el complejo "creatividad-intuición-confianza". La belleza de sus partidas, caracterizadas por la complejidad que creaba en ellas, acompañadas de sus espectaculares sacrificios de piezas, y de los ataques que se precipitaban como un tsunami sobre la posición del Rey del oponente, no pueden contemplarse desde la posición purista que indica el error que, finalmente, podía detectar. Es una belleza propia de la obra de arte a diferencia de la perfección de una obra de ingeniería (que caracterizaría el sólido juego de campeones del mundo como Botvinnik, Petrosian, Karpov o Carlsen). Es una belleza en que 2+2, aunque podrían haber sido 4, acaban siendo en manos de Tal 5 porque el oponente de Tal se enfrentaba a un torrente de ideas que caracterizaba ese complejo de "creatividad-intuición-confianza" propio de su juego.
La belleza del juego del ajedrez sólo tiene sentido frente a los límites de la inteligencia, la memoria y la psicología humanas. El juego del ajedrez sólo tiene sentido ante los límites humanos y sus errores. El programa y la máquina no sienten, son fríos e imperturbables, responden a los algoritmos que manejan sus programas gestionados por potentes ordenadores. Ganen, entablen o pierdan no hay reacción: pueden evaluar posiciones y encontrar las mejores jugadas, pero no pueden alegrarse, ni entristecerse o enojarse, no pueden sentir la frustración del límite o su resiliencia, el agradecimiento del aplauso, etcétera. Durante una partida de ajedrez, los grandes maestros alcanzan las 145 pulsaciones por minuto y su presión arterial suele alzarse hasta un 30% más allá de lo normal. El sostenimiento del stress y la fuerza mental son fundamentales para estos grandes jugadores. Esa dimensión psicológica que afecta a los jugadores humanos es el que da tanto sentido al juego está ausente en los programas y los grandes ordenadores.
III. MIKHAIL TAL: EL AJEDREZ COMO ESPEJO DEL ALMA.
En cierta manera podríamos decir que el estilo que un jugador de ajedrez adopta dice mucho de su psicología. En Mikhail Tal esa consideración del ajedrez como espejo del alma sería absolutamente cierto. Su pasión y manera de vivir el ajedrez es un reflejo de su pasión y manera de vivir la vida. De la misma manera que sacrificó la corrección por la belleza, afectado de problemas de salud desde muy joven apostó, como hizo en el ajedrez, por vivir la vida intensamente antes que vivirla "correctamente" para cuidarse. Como en el ajedrez se dejó llevar por su pasión, e igual que su pasión por la belleza le costó en ocasiones obtener mejores resultados, su pasión por la vida hizo que esta se acortara muriendo a los 55 años de un fallo renal (aunque vivió más de lo que los médicos esperaban).
Mikhail Tal con su hija Zannah
Tal era un jugador muy querido por todos sus contrincantes: amable, bromista, ocurrente, compañero. Fue el único jugador soviético al que otro genio de la época, Bobby Fischer, apreciaba profundamente. Sin embargo, al ser poseído por la pasión se emborrachaba de vida, como en el ajedrez se emborrachaba de belleza. Era un ser dionisíaco por excelencia, y es cierto que cuando Dionisos posee también posee el exceso. Misha abusó del tabaco, del alcohol y la morfina. Era también un mujeriego empedernido (se enamoraba y divorciada con frecuencia) a quien un problema de faldas participando en un torneo en Cuba le valió ser sancionado por su federación con su no participación en las Olimpíadas. A diferencias de muchos jugadores soviéticos de su época, Tal rompía la imagen que la URSS de Jruschov o Brétznev pretendía dar a través de su dominio del tablero en aquellos tiempos y así, ante una campaña que el gobierno de Jruschov promovió contra el alcoholismo en la URSS, el siempre jocoso Tal dijo: "¿El estado contra el vodka? Pues yo me pongo del lado del vodka." Era también un "adicto" a la música. Tocaba el piano interpretando a sus compositores favoritos: Tchaikowsky y Rachmaninov. Tal forma parte de estos artistas y creadores que dejándose poseer por la pasión quiere exprimir la vida asumiendo la contrapartida de que la vida también les exprime a ellos. Tal optó, una vez más como en el ajedrez, por exprimir y dejarse exprimir.
Yo tuve la fortuna de verle en el torneo que jugó en Barcelona (Abril-Mayo de 1992), donde ya se le veía con la salud muy deteriorada. Fue el último torneo que jugó antes de fallecer el mes siguiente. Pude verle jugar y vencer en la última partida de ajedrez clásico que jugó, una gran partida, al estilo del Mago de Riga, ante el gran maestro de Azerbaijan, hoy nacionalizado estadounidense, Vladimir Akopian.