El segundo movimiento del concierto número 5 para clave y orquesta de Johann Sebastian Bach es una pieza de una gran belleza, y aun mayor delicadeza. En ella parece expresarse, como ya introduje en otra entrada de este blog "la delicadeza en ese 'paso a paso' que implica abrirse a la vida desde la conciencia de la vulnerabilidad y la fragilidad al asumir hacerse simple criatura, el hacerse pequeño frente a la grandeza de la existencia." (Pulsar AQUÍ para ver entrada). En esta ocasión, quiero centrarme en la interpretación de esta pieza por parte de dos pianista fascinados por la obra de Bach, compartiendo ambos, a su vez, interpretaciones siempre muy expresivas. Me refiero a un clásico como el canadiense Glenn Gould (1932-1982) y a uno de los grandes pianista actuales, el francés David Fray (1981). Para una buena comprensión de este comentario considero importante ver y escuchar las dos versiones en la que ambos pianistas interpretan esta pieza. Se ha hablado del parecido de ambos pianistas en cuanto a la expresividad de sus interpretaciones. No obstante, y en lo que hace referencia a la interpretación de esta pieza, presentan aproximaciones claramente diferentes. Antes de entrar en cada una de ellas, si me gustaría indicar una diferencia musical que observamos entre las dos, y que hace referencia al tempo que utilizan los dos pianistas para su ejecución. Gould utiliza un tempo más lento (aprox. 3'25") que Fray (aprox. 3'05", y la más común), lo cual ya es significativo en relación a la aproximación con la que ambos pianistas abordan esta pieza.
I. INTERPRETACIÓN DE GLENN GOULD (13-10-1957)
La lentitud que impone Glenn Gould al movimiento de Bach le confiere un aire más recogido. Su interpretación, con su característica expresividad, nos recuerda el movimiento rítmico con el que se acompaña a los bebés cuando se les canta una canción de cuna. Encuentro entre continente y contenido, Glenn Gould realiza durante casi toda su interpretación un movimiento circular con su cuerpo, como si el mismo se meciera abandonándose como contenido a la música del movimiento como continente. Si seguimos también la expresión de su rostro, este manifiesta la extrema delicadeza con la que una madre sostiene a su bebé, su sensibilidad y atención a su extrema vulnerabilidad, así como un éxtasis contenido dentro de la comunión en que ambos se encuentran. Los lentos y sinuosos movimientos de sus manos, la caricia sobre las teclas del piano - se diría que toca casi sin tocarlas - nos recuerdan las tiernas caricias, casi imperceptibles, con la que acompaña la madre su canto mientras la frágil criatura se abandona al reposo entre sus brazos.
¿Por qué abandono? Es interesante, como en tantas cosas, referirse a los orígenes, en este caso a la etimología de esta palabra. Su origen está en el francés abandoner que, a su vez, proviene de la expresión "laisser à bandon", es decir, dejar en poder de alguien, es decir, que abandonarse, etimologicamente, es dejarse en poder de alguien. Por lo tanto, en sus orígenes, abandono es el acto voluntario de dejamiento para dejarse sostener en algo o a alguien. En la interpretación de Gould podemos observar algunas características del abandono místico, es decir, del abandonarse al amor divino, en la que destaca esa especial profundidad del sentimiento materno en los que la incondicionalidad, la compasión y la ternura acompañan el abandono del místico en ese amor divino.
La interpretación de Gould de esta pieza nos recuerda la visión que Schopenhauer tenía del compositor, del que escribió: "El compositor revela la naturaleza más recóndita del mundo, y expresa la sabiduría más profunda, en un lenguaje que su capacidad de raciocinio no alcanza a comprender." Es en este sentido que cabe contemplar esa interpretación, la del encuentro entre interprete y compositor en la música para alcanzar "una sabiduría más profunda" que tiene que ver con "la naturaleza más recóndita del mundo", quizá con ese sentimiento materno, de continente y contenido, de remanso donde el tiempo y el espacio se detienen para alcanzar lo eterno.
II. INTERPRETACIÓN DE DAVID FRAY (2008)
Cincuenta años después de la interpretación de Gould, otro joven pianista francés (veintiocho años) se proponía grabar los cinco conciertos para clave y orquesta de Bach. Una proceso de elaboración y grabación que se plasmó en el documental "Swing, Sing & Think - David Fray records J.S. Bach". Hay un momento en este documental en la que, hablando de la relación entre el solista y la orquesta, David Fray comenta en relación a esta pieza: "Parece como si Bach nos dijera: necesito más espacio para poder abrir mi corazón". Y, efectivamente, su interpretación tiene mucho que ver con ese tema: la apertura del corazón a lo más grande y el estremecimiento ante esta presencia. A diferencia del movimiento rítmico, circular, acunado de Gould, Fray se contorsiona entre esta abertura que le expande y el estremecimiento que le contrae. El tempo ligeramente más rápido con el que Fray interpreta la pieza favorece su dimensión más extática. Efectivamente, cuando contemplamos la expresividad de su rostro, Fray nos recuerda los arrebatamientos o arrobamientos de los místicos, el goce en el que el placer y el dolor se unen (para comprender más a fondo el concepto de goce pulsar AQUÍ para ver la entrada dedicada a Ernesto Cardenal):
Extasis, característica de la interpretación de Fray, procede etimológicamente del griego ékstasi (έκσταση) , compuesta del prefijo ek (έκ-) - de, desde, de un interior a un exterior -, la raiz sta (στα-) - ponerse en pie, colocarse, emplazarse - y el sufijo de acción sis (ση). Es decir, salir de dentro a fuera para colocarse. En términos místicos sale el alma del cuerpo para para emplazarse con y en el espíritu de dios. En la interpretación de Fray nos encontramos con este pasaje del alma - la abertura del corazón -, el tránsito de abandonar el yo para dirigirse el alma hacia el espíritu con todo el sentimiento de exaltación y extremecimiento que este tránsito implica.
Efectivamente, eso es lo que podemos captar en la interpretación de Fray esta elevación del alma que se expande por la abertura del corazón más allá de los los límites del yo y que se manifiesta como el éxtasis del tránsito.
III. UNA VISIÓN CONJUNTA.
Para verlo desde una cierta perspectiva, la interpretación de Fray se corresponde con la primera parte de la primera y conocida poesía de las Canciones del Alma de San Juan de la Cruz, cuyos versos dicen:
En una noche oscura
con ansias en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada,
a oscuras y segura
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
a oscuras y en celada
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa
en secreto que nadie me veía
ni yo miraba cosa
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía
en sitio donde nadie aparecía.
Observemos con claridad el tránsito que va desde "la casa sosegada por la secreta escala disfrazada sin otra luz y guía que la que en el corazón ardía adonde me esperaba quien yo bien me sabía". Ese es el éxtasis del alma, la abertura del corazón, dirección a Dios.
La interpretación de Gould se corresponde más con la segunda parte del poema. Veamos:
¡Oh noche, que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba
allí quedó dormido
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena
cuando yo sus cabellos esparcía
con su mano serena
y en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme
el rostro recliné sobre el amado;
cesó todo, y dejéme
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
En estos versos queda más reflejado el abandono, "el dejarse en", "el amante entregado al amado en amado transformada, allí quedo dormido, los sentidos suspendidos, quedéme y olvidéme el rostro reclinado".
Dos grandes intérpretes para una pieza sutil, delicada, de una gran belleza y profundidad.