domingo, 3 de julio de 2016

URSULA K. LE GUIN: Un mago de Terramar y el arquetipo de la sombra.

Ursula K. Le Guin

... la "realización de la sombra", es decir, la interiorización de la parte inferior de la personalidad, interiorización que no debe confundirse con un fenómeno intelectual [...] se trata de una experiencia y un padecimiento que afecta al hombre en su totalidad. El lenguaje poético ha expresado la naturaleza de aquello que ha de ser comprendido y asimilado tan acertada y gráficamente con la palabra "sombra", que casi sería una arrogancia pasar por alto el uso de este tesoro lingüístico [...] El hombre sin sombra es el tipo de persona estadísticamente más frecuente, el cual cree ser solamente lo que quiere saber de sí mismo. Por desgracia, ni el así llamado hombre religioso ni el que adopta una actitud indudablemente científica constituyen una excepción a la regla. (C. G. Jung) [1]


Junto a Tolkien es Ursula K. Le Guin la autora de literatura fantástica que más aprecio. Pertenece a este tipo de escritores que, como Stanislaw Lem, Ray Bradbury, Bryan Aldiss, James G. Ballard o Philip K. Dick, elevan la literatura de género a un rango de alta literatura, y en la que la figura de la fantasía o la ciencia ficción es utilizada para representar un fondo en el que se mueven las profundas inquietudes y complejidades del ser humano. Como dice nuestra autora: "La ciencia ficción es una gran metáfora de la vida" [2]. Un Mago de Terramar (1968) es una de sus obras fundamentales e inicio de una saga que tuvo su continuidad con Las tumbas de Atuan (1971), La costa más lejana (1972), Tehanu (1990) y En el otro viento (2001). La obra que aquí nos trae es la primera que abre la saga, Un Mago de Terramar, que nos narra la historia de Ged el Mago, o Gavilán como también se le conoce. Recuerdo que mientras la leía yo fui de los que creí que era una obra basada en la obra de Jung, especialmente en relación al arquetipo de la Sombra, y aunque es cierto que Ursula K. Le Guin estuvo muy interesada por su obra, cuando escribió El Mago de Terramar aun no la conocía, lo cual, dadas sus peculiaridades, es sorprendente, o como dice ella misma: "Fue una convergencia" [3]. Y, no obstante, esta obra constituye una excelente metáfora del trabajo con la Sombra, y a ello nos dedicaremos en esta entrada.

I. SOBRE LOS COMIENZOS. PODER, AMBICIÓN Y ORGULLO.

Un Mago de Terramar.
Duny es un niño que muy pronto destaca por su manejo de las artes mágicas. Guiado inicialmente por una bruja, una tía hermana de su madre, pronto empieza a destacar en el manejo de dichas artes. Tras una invasión que sufre Gont, su aldea, Duny se convertirá en un héroe al manipular la niebla y permitir así que las gentes de su poblado puedan deshacerse del invasor. No obstante, y como consecuencia de ese encantamiento, Duny queda paralizado, ciego y mudo, "Ha abusado del poder" dice la bruja, quien no sabe como sanarlo. Sólo la llegada del mago Ogion le sacará de ese estado. Este mago, percibiendo sus cualidades, reclama que pronto se le de su verdadero nombre. Así, al cumplir los trece años, Duny es despojado de su nombre y recibe del mago su nombre verdadero: Ged, a quien se le conocerá con el sobrenombre de Gavilán.

- La primera manifestación de la Sombra: la avidez de poder y el orgullo.

Ogion se lleva al joven con él para que empiece a aprender el arte de la magia, pero Ogion nada le cuenta de ella. Esto impacienta al joven, quién ávido de "ser iniciado en los misterios y la maestría del poder" no entiende que pretende el mago con simplemente hacerle reconocer plantas, mandarlo al monte y, como mucho, aprender el lenguaje de las runas. Es en esta fase cuando Ogion ya introduce a Ged a una de las cualidades con la que tiene que ir unida el poder: la humildad. Ante la insistencia de Ged por aprender las artes mágicas Ogion le responde:

Ogion: "Ya has comenzado"
Ged: ¡Pero si aun no he aprendido nada!
Ogion: Porque no has descubierto lo que estoy enseñándote [...] Tu quieres hacer magia [...] Demasiada agua has sacado del pozo. Aguarda. Llegar a ser hombre requiere paciencia. Llegar a dominar los poderes requiere nueve veces paciencia [...] Para oír hay que callar. [4]

En una de sus excursiones por el bosque conoce a una joven llamada Re Albi quien resultará ser la hija de una bruja, de hecho, ella misma ya es casi una bruja. Ged, sin embargo, no toma muy en cuenta las advertencias de Ogion, siendo tentado por la muchacha quien le insiste en que le muestre sortilegios y encantamientos. Como Ged aun no puede hacerlo le da largas hasta que la muchacha tienta a su orgullo:

Re Albi: ¿No será que tienes miedo?
Ged: No, no tengo miedo.
Re Albi - sonriendo con un ligero desdén -: Tal vez eres demasiado joven.

Esto Ged no pudo soportarlo. No dijo mucho, pero resolvió que le probaría quien era. [5]


Su orgullo le lleva a engañar a Ogion y bajando sus libros intenta encontrar un sortilegio. Así mientras lee uno de los conjuros "sintió que un horror estaba invadiéndolo. Tenía los ojos magnetizados, y no pudo levantarlos hasta que hubo leído el conjuro". [6] Y la narración continua:

... el horror crecía en él, parecía atarlo a la silla. Tenía frío. Espiando por encima del hombro vio algo agazapado junto a la puerta cerrada, un informe grumo de sombra más oscuro que la oscuridad. Parecía reptar hacia él, y susurrar llamándolo, pero las palabras eran incomprensibles para Ged. [7]

Sólo la entrada de Ogion interrumpe esa oscuridad. Tras explicarle avergonzado lo sucedido Ogion le dice a Ged: "¿Nunca has pensado que así como hay oscuridad alrededor de la luz, también hay peligro alrededor del poder? Esta magia no es un juego al que nos dedicamos por placer o halago. Piénsalo: en nuestro Arte, cada palabra que pronunciamos, cada acto que ejecutamos es para bien o para mal. ¡Antes de obrar o hablar hay que conocer el precio!". [8]

Tenemos así, enunciado ya en el primer capítulo del libro, dos elementos importantes de reflexión: el peligro de vincular el poder con la ambición y el orgullo. Ged será víctima de su inconsciencia en relación a su orgullo y voluntad de poder y, como Jung nos describe,  éste es uno de los elementos más comunes en relación a la Sombra: su proyección en el entorno. Cuando nuestro yo se resiste con vehemencia a reconocer ciertos aspectos de su personalidad debido a la excesiva presión moral, estos contenidos son generalmente proyectados sobre el otro, como le va a ocurrir a Ged con un personaje que encontrará en su traslado a la isla de Roke, donde reside la escuela de las Altas Artes de magia.

II. LA SOMBRA: PROYECCIÓN E IDENTIFICACIÓN.

- La segunda manifestación de la Sombra.

Ged y la Sombra.
Como Ogion le comentará más tarde aquella sombra que logró apartar con su presencia no era aun la sombra: "Aquel no era más que el presagio, la sombra de una sombra". [9] Aquella sombra de una sombra no era más que un un aviso de aquello de lo que Ogion advierte al joven aprendiz Ged, de que allí donde está el poder se halla el peligro, y donde la luz cerca se halla la oscuridad, y que hay que estar muy atento para comprender estas sutilidades (para oír hay que callar). Pero Ged no aprende. En la isla de Roke conocerá a un joven aprendiz de mago llamado Jaspe, engreído y orgulloso, cínico y desafiante con Ged. Como antes con Re Albi, Ged, quien no le soporta, reaccionará una vez más ante sus cinismos y desafíos. Efectivamente, y como indica Jung, esta sobrerreacción de Ged con Jaspe, su apego, se corresponde con la proyección. En el fondo Jaspe no es más que un espejo del exceso de soberbia y orgullo del propio Ged. Y como resultado de ello Ged volverá a hacer una invocación indebida para llamar a un espectro que, como consecuencia, tendrá la liberación, a través de una grieta en la urdimbre del mundo, de una extraña sombra negra que se lanza sobre Ged y de la cual será momentáneamente liberado por la intervención del Archimago Nemmerle quien perecerá en su intervención. Ged queda profundamente afectado física y psíquicamente por este esfuerzo y, como consecuencia de ello, Ged quedará "curado" de los excesos provocados por su orgullo y arrogancia si bien Ged aun no reconoce, sino tan solo vagamente, que aquello que se ha liberado tiene que ver con él.

- El viaje del héroe (I)

En Un mago de Terramar, Ursula K. Le Guin sigue un camino parecido, pero no igual, al de Robert Louis Stevenson en "El misterioso caso del Doctor Jeckyll y Mister Hide". Se produce una escisión entre Ged y su sombra que por el argumento de la historia se opone al de Jeckyll cuando propone como solución al sufrimiento y la contradicción humanas la separación de ambas personalidades: "me había acostumbrado a acariciar con delectación, como un dulce sueño, la ida de la separación de esos elementos. Si cada uno de ellos - me decía - pudiera ser alojado en una personalidad distinta, la humanidad se vería aliviada de una insoportable pesadumbre" [10]. De entrada la escisión no es aquí reconocida inicialmente y, de hecho, el tema se plantea como el punto de partida del viaje del héroe tal y como nos lo describe Joseph Campbell:

Una ligereza - aparentemente accidental -revela un mundo insospechado y el individuo queda expuesto a una relación con poderes que no se entienden exactamente. Como Freud ha demostrado, los errores no son meramente accidentales. Son el resultado de deseos y conflictos reprimidos. Son ondulaciones en la superficie de la vida producida por fuentes insospechadas. Y estas pueden ser muy profundas, tan profundas como el alma misma. El error puede significar un destino que se abre. - la negrita es mía - [11]

- La confrontación con la Sombra.

En éste punto Ged inicia su viaje sin saber aun con quién se las ve (sólo sabe que se trata de un ente de la oscuridad), y como consecuencia del poder de esa Sombra Ged se ve impelido a huir, puesto que de "alguna manera" sabe que está  relacionada con él. Sin embargo, y tal y como la historia nos va a mostrar, el anhelo del Dr. Jeckyll no se cumple pues no se puede separar en partes aquello que necesita encontrarse. Tras la aparición de la Sombra, el miedo lleva a Ged a huir de ella, a pesar de que él sabe que ésta siempre le perseguirá. Cuando más adelante la situación se invierta, y sea Ged quien la persiga será la Sombra la que huirá. En todo caso ambos personajes están vinculados, y ésta doble búsqueda puede entenderse desde dos posiciones distintas en relación al arquetipo de la sombra. Una es el camino de la identificación o, como también se llama, la posesión por la Sombra, caracterizado por el poder que adquirirá ésta si vence a Ged (convirtiéndose en un ente maléfico con un gran poder mágico), es decir, que si la sombra posee al individuo, éste es lanzado a conductas dominadas por la pulsión de muerte o por su proyección como pulsión de destrucción (aquello que Jung denominaba la Sombra como Mal absoluto) que siempre tienen un efecto devastador en las relaciones humanas, tanto a nivel individual como colectivo (los genocidios, el terrorismo, etc). Por el contrario, el otro camino es el de la integración, es decir, la incorporación de los aspectos de la Sombra a la luz de la consciencia, tanto aquellos que hay que incorporar por necesarios si bien reprimidos como consecuencia de las miopías sociales, como aquellas con las que es necesario convivir y aprender a manejarse y que constituyen, como ya hemos citado, los aspectos esencialmente más pulsionales.

III. LA CONFRONTACIÓN CON LA SOMBRA.

- El viaje del héroe II. Las pruebas.

El dragón de Pendor
Como dice Joseph Campbell:

Una vez atravesado el umbral, el héroe se mueve en un paisaje de sueño de formas curiosamente fluidas y ambiguas, en donde debe pasar por una serie de pruebas y experiencias milagrosas. El héroe es solapadamente ayudado, por el consejo, los amuletos y los agentes secretos del ayudante sobrenatural que encontró antes de su entrada en esta región. O pudiera ser que, por primera vez descubra aquí la existencia de una fuerza benigna que ha de sostenerlo en este paso sobrehumano. [12] 

Tras recuperarse de ese ataque inicial de la Sombra Ged finaliza sus estudios como mago y decide finalmente marchar, abandonar la seguridad de Roke. Allí seguirán las pruebas de iniciación donde Ged demostrará que ya no es aquel muchacho engreído, orgulloso y ávido de poder. Dispuesto a no poner en peligro al poblado de la Baja Torninga que le tiene por mago, partirá no sin antes dejar zanjado su problema con el Dragón de Pendor, quien le tienta con decirle el verdadero nombre de la Sombra (en la historia poseer el verdadero nombre de las cosas es obtener poder sobre ellas). Ged no cede y logra que el dragón dé su palabra de no atacar más el poblado tras revelarle que conoce su verdadero nombre. Temeroso, el dragón accede. Más adelante, y tras otro peligroso ataque de la Sombra, Ged recaerá en la extraña corte de Terrenon donde le recibirá una joven alta, vestida de blanco y plata, de una gran belleza y que le pregunta si la reconoce. Ged no recuerda. Esta joven, de nombre Serret, resultará ser Re Albi, la pequeña bruja que conoció cuando empezó su aprendizaje con Ogion. Casada con Benderek, el señor de Terrenon - tres veces mayor que ella -, Serret le hablará de una gema de gran poder que se guarda en el castillo: el Terrenon. Tras contarle su origen y sus propiedades mágicas Ged pasará aquí la prueba de la tentación al que la someterá la joven tentándole a que la use, y tentándole de nuevo a través del orgullo:

Serret: ¿Quieres hacerle una pregunta ahora?
Ged: No.
Serret: Te contestará.
Ged: No tengo nada que preguntar.
Serret: Podría decirte - murmuró Serret con una voz dulce - como derrotar a tu enemigo.
- Ged no despegó los labios -
Serret: ¿Le tienes miedo a la piedra? - preguntó ella como si no pudiera creerlo; y el respondió: Si. [13]


Ged ha aprendido del peligro de manejarse con las fuerzas desconocidas y que tienen la capacidad para romper el sutil equilibrio de la luz y las tinieblas, de la muerte y la vida, del bien y del mal. Serret volverá a insistir tentándole con que el Terrenon le puede decir el nombre de la Sombra y que no le hará pagar ningún precio por ello. Ged empieza a flaquear en su voluntad, pero finalmente esta prevalecerá: "Es la luz lo que triunfa sobre la oscuridad - dijo, tartamudeando -, la luz". [14] Al final se revela de nuevo la utilización que Serret quería hacer de Ged haciéndolo cautivo del Terrenon.

Una de las grandes aportaciones de Jung fue dotar al inconsciente, a través del arquetipo de la Sombra, de una personalidad: "... la sombra es una parte viva de la personalidad, y por eso también quiere vivir, de un modo u otro. No es posible eliminarla demostrando su inexistencia, ni con sutiles argumentos, transformarla en algo inocuo. El problema es de una dificultad desproporcionada, porque no sólo pone a la defensiva al hombre, en su totalidad, sino que  al mismo tiempo le recuerda su desamparo e impotencia" [15]. Y así, tras esta aventura de Ged en el reino de Terrenon retorna a Gont y allí se reencuentra con Ogion, su primer maestro al que reconocerá como su verdadero maestro y quien le dará el cambio de orientación que le permitirá dejar de huir de la posesión por la Sombra a su integración.

Si continuas así, si sigues huyendo, dondequiera que huyas siempre encontrarás el peligro y el mal, porque es ella la que te lleva, la que elige tu camino. Eres tu quien ha de elegir. Tienes que hostigar a quien te hostiga. Tienes que perseguir al cazador. [16]

Una bonita manera de definir los riesgos de ser inconscientes de nuestra propia Sombra. Si nos mantenemos inconscientes de ella, ella será finalmente quien determinará nuestro camino. Las palabras de Ogion llevan a Ged a invertir el sentido de la caza, y será ahí él quien parta a la búsqueda de la Sombra y esta quien huirá. Una vez más, y en palabras de Joseph Campbell, Ged se dirige ahora hacia la prueba final o el encuentro traumático que se encuadra dentro de la lucha del héroe con el monstruo, o como dice Jung: "La lucha que establece la consciencia por liberarse del letal abrazo del inconsciente" [17].

IV. EL ENCUENTRO FINAL Y LA INTEGRACIÓN DE LA SOMBRA.

Al encuentro con la Sombra
Solo en el silencio la palabra, solo en la oscuridad la luz, solo en la muerte la vida; el vuelo del halcón brilla en el cielo vacío (Canción de Ea)

Sale así Ged dispuesto a enfrentarse con la Sombra. A bordo de un pequeño bote llamado Miralejos navega por el mar dispuesto a encontrarla. En el camino de esa búsqueda Ged se va dando progresivamente cuenta de su estrecha relación con esa Sombra, y así, acompañado en su aventura por Estarriol, un viejo amigo de los tiempo de Roke, le dice:

Creo que cuando dejé de huir para volverme contra ella, el hecho mismo de que empleára mi voluntad en perseguirla, le dio apariencia y forma, aunque también impidió que me quitara fuerzas. Todos mis actos se repiten en ella como un eco: es mi criatura, [18]

Tras un nuevo enfrentamiento con la Sombra en pleno mar, la consciencia de Ged alrededor de su vínculo con la sombra se va haciendo más y más clara, comprendiendo finalmente que en este persecución no hay finalmente ni cazador ni cazado, ni perseguidor ni perseguido: "Ya no había terror. Ya no había alegría. Ahora él no era el cazador ni la presa. La aventura ya no era un episodio de caza [...]  Ahora sabía, y era cruel saberlo, que su tarea nunca había consistido en tratar de deshacer lo que había hecho sino en terminar lo que había empezado". [19]

El encuentro con la Sombra.
Finalmente se produce el descenso a los infiernos del viaje del héroe. Ged ahora ya sabe algo fundamental, el nombre de la sombra: Ged. En un paisaje desolado, oscuro, de ensueño, se producirá el encuentro.Ged sabe ahora que su sombra no es más que él mismo y así, con ese consciencia, se dirigirá hacia ella. Hay una poesía del gran poeta Mexicano Jaime Sabines que define muy bien la Sombra en relación a la Máscara, la personalidad adoptada que siempre implica una rechazada, y que dice:

               SOMBRA, NO SÉ, LA SOMBRA,
               herida que me habita,
               el eco.
               (Soy el eco del grito que sería).
               Estatua de luz hecha pedazos,
               desmoronada en mí;
               en mi la mía,
               la soledad que invade paso a paso
               mi voz, y lo que quiero, y lo que haría.
               Este que soy a veces,
                                                                             sangre distinta,
                                                                             misterio ajeno dentro de mi vida.
                                                                             Este que fui, prestado
                                                                             la eternidad
                                                                             cuando nací moría.

Finalmente se produce el encuentro y, nunca mejor dicho, se trata de un encuentro, no de una ejecución ni de victorias ni de derrotas. El encuentro es descrito por Le Guin de una manera poética, llegando el momento culminante cuando ambos, Ged y su sombra, se dicen simultáneamente el nombre:

En voz alta y clara, rompiendo aquel viejo silencio, Ged pronunció el nombre de la sombra, y en el mismo instante, habló la sombra, sin labios ni lengua, y dijo las misma palabra: - Ged -. Y las dos voces fueron una sola voz.

Ged soltó la vara, extendió los brazos y abrazó a la sombra, a la negra mitad que reptaba hacia él. Luz y oscuridad se encontraron, se fusionaron, se unieron. [20] (la negrita es mía)

La obra concluye haciendo evidente la metáfora de la integración de la sombra:

Ged no había ganado ni perdido. Al nombrar a la sombra de la muerte con su propio nombre se había convertido en un hombre entero que nunca sería poseído por otro poder, y que viviría sólo por la vida misma, y nunca al servicio de la ruina, el dolor, el odio y la oscuridad. [21]
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[1] Jung, C. G. La dinámica de lo inconsciente. OC 8. Editorial Trotta, par. 409
[2] Una entrevista muy interesante de El País (26/10/2012)
[3] Ver nota anterior
[4] K. Le Guin, Ursula. Un mago de Terramar. Editorial Minotauro, págs. 30 y 31
[5] Ver nota anterior, pág. 35
[6] Ver nota anterior, pág. 36
[7] Ver nota anterior, pág. 36
[8] Ver nota anterior, pág. 37
[9] Ver nota anterior, pág. 153
[10] Stevenson, R. Louis. El misterioso caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hide.
[11] Campbell, Joseph. El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. FCE, pág. 54
[12] Ver nota anterior, pág. 94
[13] Ver nota 4, pág. 139
[14] Ver nota 4, pág. 143
[15] Jung, C. G. Los arquetipos y el inconsciente colectivo. OC 9/1. Editorial Trotta, par. 44
[16] Ver nota 4, pág. 153
[17] Jung, C. G. Símbolos de transformación. OC Volumen 5. Editorial Trotta, par. 251
[18] Ver nota 4, pág. 188
[20] Ver nota 4, pág.209