Konstantino Kavafis |
La existencia como un viaje a través de la vida. La idea del viaje, como la idea del camino plaga la obra poética y nos pone en contacto con uno de los elementos fundamentales de la metáfora de ambas imágenes, la que une el existir con la vida como función de la experiencia. Entremos así de inmediato en la cuestión poética a través del Viaje a Itaca, de Konstantino Kavafis, dada a conocer al gran público a través de la interpretación que de ella hizo Lluis Llach allá por mediados de los setenta, y cuyo texto original del poeta nos dice:
ITACA (1911)
Si vas a emprender el viaje hacia Itaca,
Los versos de Kavafis nos muestran que nos es dado un camino a andar, un viaje se nos ofrece y
no una meta. En ese sentido el camino es un camino que se va haciendo en función
de la propia experiencia, y que no es más que la maduración de nuestra existencia a lo largo de la vida y sus avatares que constantemente desafía la planificación con la que tantas veces nos intentamos imponer a ella, con la que tantas veces intentamos controlar lo incontrolable. Para ese camino, y en los versos del poema, el poeta nos sugiere algunas pistas: pide que tu camino sea largo,/ rico en
experiencias, en conocimiento. Y en el pedir que sea largo, y tomando en
cuenta que en algunas traducciones del poema pedir es traducido como ruego (has de pregar que el camí sigui llarg, traduce Carles Riba), asoma esa conciencia que es la conciencia de la muerte, de la finitud, esa
conciencia esclarecedora que se centra en el ahora recogiendo la experiencia del pasado y que la proyecta en el futuro, a la vez que se abre a los cambios que éste nos aporte en la medida que el futuro se hace presente. Roguemos tener una larga vida, rica en experiencia, toma en Kavafis la vejez como imagen del dolor, del profundo dolor de sentir que se ha desperdiciado la vida. Esta referencia a la vejez nos muestra también que el fin dará testimonio del camino que se ha andado. La meta es cómo se llega al final del camino, como nos recuerda en sus versos Antonio Machado: Caminante no hay camino;/ se hace camino al andar. Kavafis nos dibuja la desolación de la vejez que contempla como ha desperdiciado su vida:
ANCIANO (1894)
El poeta también nos nuestra que en ese camino los principales obstáculos son interiores: A Lestrigones ni a Cíclopes/, ni al fiero Poseidón hallarás nunca,/ si no los llevas dentro de tu alma,/ si no es tu alma quién ante ti los pone. Lestrigones, Cíclopes y Poseidón hacen clara referencia a la Odisea y nos ponen en guardia contra algunas de las
actitudes del ser humano que tornan tortuoso nuestro camino. ¿No es acaso la vuelta de Ulises a Itaca un camino
plagado de obstáculos, muchos de ellos provocados por la propia ceguera del
mismo Ulises o de sus compañeros de viaje? La cita a los cíclopes y a Poseidón hacen
referencia al acto de orgullo de Ulises al burlarse acerca de cómo engañó a
Polifemo (hijo de Poseidón) siendo ese hecho el origen de todo su dramático retorno a
Itaca. Y los lestrigones, aquellos gigantes antropófagos que habitan en la ciudad de Telépilo de Lamos, donde Ulises llega tras una gran tormenta provocada por sus
hombres, quienes poseídos por la curiosidad y la avidez abrieron la bolsa en la
que Eolo – dios de los vientos –, queriendo ayudar a Ulises, había contenido
todos los vientos para que éste pudiera navegar en calma. No hallarás tales seres en tu ruta/ si alto es tu pensamiento y limpia/ la emoción de tu espíritu y tu cuerpo. Así Kavafis nos dice en otro de sus poemas:
CUANTO PUEDAS (1913)
Si imposible es hacer tu vida como quieres,
por lo menos esfuérzate
cuanto puedas en esto: no la envilezcas nunca
en contacto excesivo con el mundo,
con una excesiva frivolidad.
No la envilezcas
en el tráfago inútil
o en el necio vacío
de la estupidez cotidiana,
y al cabo te resulte un huésped inoportuno.
Ese pensamiento alto, esa limpia emoción de espíritu y cuerpo no es más que la conciencia clara a la que San Pablo ya invocaba en su primera carta a los Corintios: Ahora vemos por medio de un espejo y oscuramente; entonces veremos cara a cara. Sólo accedemos a ese pensamiento alto, a esa limpia emoción de espíritu y cuerpo cuando Lestrigones y cíclopes, cuando Poseidones y Circes son primero esclarecidos como habitantes de nuestra propia alma, cuando comprendemos que sólo a través de su presencia en ella los encontramos frente a nosotros. Uno de los sentidos del camino es devolver la claridad a la conciencia, y esa claridad es una lucha continua, un trabajo de por vida.
Kavafis nos propone un camino hecho de experiencias, disfrutar y aprender de ellas. De sus versos se desprende que no cedamos en nuestro deseo de arribar "a bahías nunca vistas". Nos alienta a un viaje en la que nuestra curiosidad es animada por la voluntad de búsqueda y conocimiento:
FUI (1913)
Nada me retuvo, Me liberé y fui,
hacia placeres que estaban
tanto en la realidad como en mi ser,
a través de la noche iluminada.
Y bebí un vino fuerte,
como sólo los audaces beben el placer.
Ten siempre Itaca en la memoria (Carles Riba traduce "Sempre tingues el cor l'idea d'Ítaca), nos dice el poeta. El viaje de Ulises es un viaje de ida y de retorno, de ida a Troya y de retorno a Itaca. Todo gran viaje es un viaje de retorno. Un viaje que se inició el día en el que fuimos concebidos y que acabará el día en que la vida expire con nuestro último aliento. Antes y después sólo el misterio. Itaca es la primera y última isla de nuestro viaje, la que nos "regaló un hermoso viaje", y la que al final simplemente nos abrirá a unas nuevas puertas, las puertas del misterio que se abren tras la muerte. Un viaje de vuelta con la esperanza de que llegados a esa última puerta, nuestra existencia haya sido plena y que nuestras experiencias nos retornen ricos "en saber y en vida", por eso insiste Kavafis en que no "apresures el viaje/ mejor que se extienda largos años". Llegar al final con la conciencia de haber vivido y que esa conciencia se ha ido tornando en una conciencia más clara. Esta es la sabiduría que podemos adquirir a lo largo del camino. La pobreza de Itaca es su riqueza. Kavafis nos advierte en varias de sus poesías del peligro del estancamiento (Ventanas - 1897 -, Monotonía - 1898 -, Murallas -1911 -) en ese camino producto del encuentro con cíclopes y con Poseidón, con Lestrigones y reinas magas que nos encantan y aprisionan y que, a su vez, tan necesarios son para la claridad de la conciencia pues, como ya dijimos, ellos habitan en nuestra alma.
VENTANAS (1897)
En esas habitaciones oscuras donde vivo
pesados días, con qué anhelo contemplo a veces
las ventanas - Cuándo se abrirá
una de ellas y qué ha de traerme.
Pero esa ventana no se encuentra, o yo no sé
hallarla. Y quizás mejor sea así.
Quizás esa luz fuese para mí otra tortura.
Quién sabe cuantas cosas nuevas traería.
El camino de Itaca no es más que el camino que lleva a encontrarnos a nosotros mismos después de habernos perdido. Un largo camino hacia la sencillez que torna la existencia más plena, más significativa al despojarla de adornos innecesarios, de pesadas cargas y complejas construcciones con las que tuvimos que iniciarlo. Es por ello que Itaca es un viaje esencialmente hacia sí mismo, y en el que si no aprendemos y ganamos con el paso del tiempo en sabiduría, o no llegamos a la comprensión y a la compasión, de nada nos valdrá cualquier viaje externo. Opuesto, en este sentido, al poema Ítaca, tenemos Ciudad (1911), donde Kavafis nos viene a confirmar esto: si al viaje externo no le acompaña el interno, de nada sirve cambiar de lugares:
CIUDAD (1911)
Dices: "Iré a otra tierra, hacia otro mar,
y una ciudad mejor con certeza hallaré.
Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado,
y muere mi corazón
lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez.
Donde vuelvo mis ojos solo veo
las oscuras ruinas de mi vida
y los muchos años que aquí pasé o destruí."
No hallarás ni otra tierra ni otra mar.
La ciudad irá en ti siempre.
Volverás a las mismas calles. Y en los mismo suburbios llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás.
Pues la ciudad siempre es la misma. Otra no busques - no la hay -,
ni caminos ni barco para tí.
La vida que aquí perdiste
la has destruido en toda la tierra.
ITACA (1911)
Si vas a emprender el viaje hacia Itaca,
pide
que tu camino sea largo,
rico
en experiencias, en conocimiento.
A
Lestrigones y a Cíclopes,
O
al airado Poseidón nunca temas,
No
hallarás tales seres en tu ruta
si
alto es tu pensamiento y limpia
la
emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A
Lestrigones ni a Cíclopes,
ni
al fiero Poseidón hallarás nunca,
si
no los llevas dentro de tu alma,
si
no es tu alma quién ante ti los pone.
.
Pide que tu camino sea largo.
Que
numerosas sean las mañanas de verano
En
que con placer, felizmente
arribes
a bahías nunca vistas;
detente
en los emporios de Fenicia
y
adquiere hermosas mercancías,
madreperla
y coral, y ámbar y ébano,
perfumes
deliciosos y diversos,
cuanto
puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita
muchas ciudades de Egipto
y
con avidez aprende de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en la memoria.
Llegar
allí es tu meta.
Más
no apresures el viaje.
Mejor
que se extienda largos años;
y
en tu vejez arribes a la isla
con
cuanto hayas ganado en el camino,
sin
esperar que Itaca te enriquezca.
Itaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Itaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Más
ninguna otra cosa puede darte.
Aunque
pobre la encuentres, no te engañará Itaca.
Rico
en saber y en vida, como has vuelto,
comprendes
ya que significan las Itacas. [1]
Viejo - Van Gogh - |
En el interior de un ruidoso café
un anciano se apoya sobre un velador;
un periódico ante él, iluminado por la soledad.
Y en el desprecio de su miserable vejez
piensa que poco gozó de los años
cuando tuvo vigor, y elocuencia, y belleza.
Ha envejecido tanto; lo siente, lo ve,
El tiempo de su juventud, como si hubiera sido ayer,
pasó. Qué velozmente, qué velozmente,
Medita en cómo ahora se ríe de él la Sabiduría;
y como fió siempre - ¡qué locura! -
de esa embustera que le decía: "Mañana. Tienes mucho tiempo".
Recuerda impulsos que contuvo; y el sacrificio
de su felicidad. De su insensata prudencia
se burla hoy cada ocasión perdida.
... Hasta que de tanto evocar el pasado
se adormece. Hundido
sobre el velador solitario.
CUANTO PUEDAS (1913)
Si imposible es hacer tu vida como quieres,
por lo menos esfuérzate
cuanto puedas en esto: no la envilezcas nunca
en contacto excesivo con el mundo,
con una excesiva frivolidad.
No la envilezcas
en el tráfago inútil
o en el necio vacío
de la estupidez cotidiana,
y al cabo te resulte un huésped inoportuno.
Ulises con el cíclope Polifemo. |
Ese pensamiento alto, esa limpia emoción de espíritu y cuerpo no es más que la conciencia clara a la que San Pablo ya invocaba en su primera carta a los Corintios: Ahora vemos por medio de un espejo y oscuramente; entonces veremos cara a cara. Sólo accedemos a ese pensamiento alto, a esa limpia emoción de espíritu y cuerpo cuando Lestrigones y cíclopes, cuando Poseidones y Circes son primero esclarecidos como habitantes de nuestra propia alma, cuando comprendemos que sólo a través de su presencia en ella los encontramos frente a nosotros. Uno de los sentidos del camino es devolver la claridad a la conciencia, y esa claridad es una lucha continua, un trabajo de por vida.
Kavafis nos propone un camino hecho de experiencias, disfrutar y aprender de ellas. De sus versos se desprende que no cedamos en nuestro deseo de arribar "a bahías nunca vistas". Nos alienta a un viaje en la que nuestra curiosidad es animada por la voluntad de búsqueda y conocimiento:
FUI (1913)
Nada me retuvo, Me liberé y fui,
hacia placeres que estaban
tanto en la realidad como en mi ser,
a través de la noche iluminada.
Y bebí un vino fuerte,
como sólo los audaces beben el placer.
Ten siempre Itaca en la memoria (Carles Riba traduce "Sempre tingues el cor l'idea d'Ítaca), nos dice el poeta. El viaje de Ulises es un viaje de ida y de retorno, de ida a Troya y de retorno a Itaca. Todo gran viaje es un viaje de retorno. Un viaje que se inició el día en el que fuimos concebidos y que acabará el día en que la vida expire con nuestro último aliento. Antes y después sólo el misterio. Itaca es la primera y última isla de nuestro viaje, la que nos "regaló un hermoso viaje", y la que al final simplemente nos abrirá a unas nuevas puertas, las puertas del misterio que se abren tras la muerte. Un viaje de vuelta con la esperanza de que llegados a esa última puerta, nuestra existencia haya sido plena y que nuestras experiencias nos retornen ricos "en saber y en vida", por eso insiste Kavafis en que no "apresures el viaje/ mejor que se extienda largos años". Llegar al final con la conciencia de haber vivido y que esa conciencia se ha ido tornando en una conciencia más clara. Esta es la sabiduría que podemos adquirir a lo largo del camino. La pobreza de Itaca es su riqueza. Kavafis nos advierte en varias de sus poesías del peligro del estancamiento (Ventanas - 1897 -, Monotonía - 1898 -, Murallas -1911 -) en ese camino producto del encuentro con cíclopes y con Poseidón, con Lestrigones y reinas magas que nos encantan y aprisionan y que, a su vez, tan necesarios son para la claridad de la conciencia pues, como ya dijimos, ellos habitan en nuestra alma.
VENTANAS (1897)
En esas habitaciones oscuras donde vivo
pesados días, con qué anhelo contemplo a veces
las ventanas - Cuándo se abrirá
una de ellas y qué ha de traerme.
Pero esa ventana no se encuentra, o yo no sé
hallarla. Y quizás mejor sea así.
Quizás esa luz fuese para mí otra tortura.
Quién sabe cuantas cosas nuevas traería.
El camino de Itaca no es más que el camino que lleva a encontrarnos a nosotros mismos después de habernos perdido. Un largo camino hacia la sencillez que torna la existencia más plena, más significativa al despojarla de adornos innecesarios, de pesadas cargas y complejas construcciones con las que tuvimos que iniciarlo. Es por ello que Itaca es un viaje esencialmente hacia sí mismo, y en el que si no aprendemos y ganamos con el paso del tiempo en sabiduría, o no llegamos a la comprensión y a la compasión, de nada nos valdrá cualquier viaje externo. Opuesto, en este sentido, al poema Ítaca, tenemos Ciudad (1911), donde Kavafis nos viene a confirmar esto: si al viaje externo no le acompaña el interno, de nada sirve cambiar de lugares:
CIUDAD (1911)
Dices: "Iré a otra tierra, hacia otro mar,
y una ciudad mejor con certeza hallaré.
Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado,
y muere mi corazón
lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez.
Donde vuelvo mis ojos solo veo
las oscuras ruinas de mi vida
y los muchos años que aquí pasé o destruí."
No hallarás ni otra tierra ni otra mar.
La ciudad irá en ti siempre.
Volverás a las mismas calles. Y en los mismo suburbios llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás.
Pues la ciudad siempre es la misma. Otra no busques - no la hay -,
ni caminos ni barco para tí.
La vida que aquí perdiste
la has destruido en toda la tierra.
[1] Los poemas citados de Konstantino Kavafis son de Poesía Completa.
Poesía Hiperión. Traducción de José María Alvarez.
Me han gustado bastante tanto los traducciones, como los pensamientos de ellos suscitados.
ResponderEliminarProbablemente la conoce ya, pero por si accaso que no, permite que os proponga una pelicula que parece interesante
Se llama "La noche en la cual Cavafis encontro a Pessoa" y es un filme medio ficcion y medio documental, sobre un possible encuentro entre los dos. Es una lastima que he solo puedo encontrarlo con subtitulos ingleses...
https://www.youtube.com/watch?v=bBGZQg5mNCg
Hola Vassilis, gracias por tus comentarios. Miraré la película ya que me parece muy sugerente.
EliminarHola
ResponderEliminarcomo puedo para acceder a la pelicula? muchas Gracias
Paloma