Charles Baudelaire |
Charles Baudelaire perdió a su padre, Joseph François, a los seis años, cuando éste contaba ya sesenta años y cuando su madre, Caroline Archimbaut-Dufays, no llegaba a los treinta y seis. Veinte meses después ella contraía un matrimonio de conveniencia con Jacques Aupick, un vecino militar de cuarenta años que representó para el pequeño Charles - que le odió profundamente - pasar a ser criado por Mariette, una sirvienta de la familia.
Cuando se tiene un hijo como yo no se han de volver a casar, escribirá años más tarde, y en su poesía "La campana cascada" nos dice el poeta:
Tengo el alma cascada, y cuando en su hastío
quiere llenar el aire de la noche con cantos,
a menudo sucede que su voz quebrantada
parece el estertor de un herido olvidado
bajo un montón de muertos, junto a un lago de sangre,
que sin moverse muere, entre esfuerzos inmensos. [2]
Baudelaire sintió este episodio como un gran abandono, como la expulsión del paraíso de una madre que hace de su hijo un todo con ella. Dice de esa expulsión Jean Paul Sartre en su ensayo sobre el poeta:
Cuando murió su padre, Baudelaire tenía seis años y vivía en la adoración de su madre; fascinado, envuelto de atenciones y cuidados, aun no sabía que existía como persona, pero se sentía unido al cuerpo y al corazón de la madre por una especie de participación primitiva y mística; se perdía en la dulce templanza de su amor recíproco; allí había un hogar, una familia, un acoplamiento incestuoso. "Yo vivía siempre en tú - le escribirá más tarde - y tú eres únicamente mía. Eres, a la vez, un ídolo y un camarada". [3]
Baudelaire. El poeta y la melancolía. |
Nada es igual de lento que las lentas jornadas,
cuando bajo pesados copos de años nevosos,
el hastío, ese fruto de la falta de afanes,
toma las proporciones de la inmortalidad.
- Desde ahora no eres más. ¡Oh viviente materia!
que un grano al que rodea un espanto impreciso,
adormido en el fondo de un sahara brumoso;
vieja esfinge que el mundo indiferente ignora,
olvidada en el mapa, y cuyo humor huraño
sólo canta a los rayos del sol cuando se pone.
En sus fragmentos póstumos, y entre otros muchos, encontramos un aforismo digno de un melancólico: "Pido a todo hombre inteligente que me muestre lo que subsiste de la vida" [5].
Sin embargo, surgen de ese Hastío, como intermitentes fogonazos, intensos momentos donde a Baudelaire le consumen el resentimiento y el remordimiento, si bien estos pronto decaen en ese abismo del alma que para el poeta es el Hastío. El gran objeto de resentimiento de Baudelaire es sin duda el amor y, en especial, el amor en relación a la mujer. Quizá marcado por ese inesperado y a todas luces desconcertante y doloroso suplicio del destierro del paraíso maternal, la mujer en Baudelaire emparenta con lo demoníaco: "La Venus eterna (capricho, histeria, fantasía) es una de las formas de seducción del Diablo" [6]. El resentimiento que anida en el poeta desde el abandono materno se proyecta inevitablemente a la mujer y desde ella a la vida vinculando irremediablemente el amor con el mal:
Sin embargo, surgen de ese Hastío, como intermitentes fogonazos, intensos momentos donde a Baudelaire le consumen el resentimiento y el remordimiento, si bien estos pronto decaen en ese abismo del alma que para el poeta es el Hastío. El gran objeto de resentimiento de Baudelaire es sin duda el amor y, en especial, el amor en relación a la mujer. Quizá marcado por ese inesperado y a todas luces desconcertante y doloroso suplicio del destierro del paraíso maternal, la mujer en Baudelaire emparenta con lo demoníaco: "La Venus eterna (capricho, histeria, fantasía) es una de las formas de seducción del Diablo" [6]. El resentimiento que anida en el poeta desde el abandono materno se proyecta inevitablemente a la mujer y desde ella a la vida vinculando irremediablemente el amor con el mal:
Yo afirmo, la única y suprema voluptuosidad del amor consiste en la certeza de hacer el mal. [7]
Baudelaire y Jeanne Duval |
Tú, que como una puñalada
en mi pecho doliente entraste,
y cual rebaño de demonios
viniste loca, engalanada,
para de mi alma sometida
hacer tu lecho y tu dominio;
- infame a quien me encuentro atado
como el forzado a su cadena
Y a quien tanto odió como nos lo muestra en "Remordimiento póstumo":
Cuando estás ya dormida, mi bella tenebrosa,
al fondo de un sepulcro hecho de mármol negro,
y cuando tengas sólo por morada y alcoba
una cueva lluviosa y una fosa cavada,
y la piedra, oprimiendo tu pecho temeroso
y tus flancos que un grácil abandono doblega,
el latir y el querer a tu pecho le impida,
y a tus pies a correr el curso aventurero,
la tumba, confidente de mi ensueño infinito,
(porque la tumba siempre comprenderá al poeta)
en esas noches largas que destierran el sueño,
te dirá: "¿de qué os sirve, cortesana imperfecta,
el no haber conocido lo que los muertos lloran?"
- y te roerá el gusano como un remordimiento.
Baudelaire niño. |
Lo irreparable roe con su diente maldito
nuestra alma, pobre monumento,
y a menudo, lo mismo que la termita, ataca
el edificio por su base.
¡Lo irreparable roe con su diente maldito!
El remordimiento es así el sentimiento de culpa inconsolable por ser causa de un daño considerado irreparable, y que por su condición de irreparabilidad torna también la culpa en irreparable abriendo a quien la sufre a un castigo continuo e implacable:
¿Podemos sofocar nuestro remordimiento
que se retuerce, agita, vive,
y nos devora igual que los muertos al verme,
cual oruga a los robles?
¿Podemos sofocar el cruel Remordimiento?
[...]
La esperanza que alumbra el cristal del albergue
¡para siempre ha sido apagada!
Sin rayos y sin luna ¿Dónde hallarán posada
los mártires de un mal camino?
¡El Diablo ha extinguido el cristal del albergue!
El remordimiento, como una enredadera, se extiende sobre una alma a la que torna anhelante de castigo, si bien el tormento del remordimiento es, en sí mismo, el más penoso de los castigos: el imposible descanso del alma. En términos psíquicos nos hallamos ante una relación sadomasoquista en la que el superyó ejerce su más demoledora acusación sobre un yo entregado a esa demolición. Una vez más Baudelaire, a través de la palabra poética, nos describe esta temible sensación de eterna persecución. En un poema titulado Heautontimoroumenos, tomada del título de una comedia de Terencio y que puede traducirse como "verdugo de sí mismo" el poeta nos dice con sus versos:
¿No soy yo acaso un falso acorde
en la divina sinfonía
por esta ironía voraz
que me muerde y zarandea?
¡La escandalosa está en mi voz!
¡Y en mi sangre, negro veneno!
¡Yo soy el espejo siniestro
donde se mira la meguera!
¡Yo soy la herida y el cuchillo!
¡Soy la bofetada y la mejilla!
¡Yo soy los miembros y la rueda,
y la víctima y el verdugo!
De mi pecho soy el vampiro
- uno de esos abandonados
condenados a eterna risa,
que ya no pueden sonreír!
La máquina de tortuta de "La colonia penitenciaria" (Kafka) |
¿Más que culpa irreparable soporta el alma cansada, el alma hastiada de Baudelaire? Sartre lo ilumina con una especial claridad:
Es dentro del mundo establecido que Baudelaire establece su singularidad. Primero la ha afrontado contra la madre y el padrastro en un movimiento de rebeldía y de furor. Pero, precisamente, se trata de una rebeldía y no de un acto revolucionario. El revolucionario quiere cambiar el mundo, lo supera hacia el futuro, hacia un orden de valores que él inventa; el rebelde ya se cuida de mantener intactos los abusos que la hacen sufrir con tal de rebelarse contra ellos. En su interior hay siempre los elementos de una mala conciencia y como un sentimiento de culpabilidad. No quiere destruir ni superar nada, tan sólo dirigirse contra el orden, y cuanto más lo ataca, más lo respeta oscuramente, [9]
No te escribo para pedirte perdón, porque sé que ya no me creerías; te escribo para decirte que es la última vez que me dejan sin salida, que de ahora en adelante quiero estudiar y evitar todos los castigos que podrían, aunque más no fuera, retrasar mi salida. Es realmente la última vez, te lo juro, te doy mi palabra de honor; lo creas o no, estarás obligada a creerlo cuando te haya dado pruebas de un cambio completo. [10]
Y carta tras carta se repite con variaciones la misma historia, una misma historia que en los años posteriores se repetirá uniéndole el resentimiento a la familia y el victimismo. Sin embargo, ¿por qué esa obsesión con la transgresión? Para reflexionar al respecto veamos ahora una poesía de nuestro poeta titulada "La Giganta":
Cuando en su poderoso numen hijos monstruosos
a diario paría la Creación, yo quisiera
haber vivido junto a una joven giganta,
como un gato sensual a los pies de una reina;
y ver como su cuerpo y su alama florecían
creciendo libremente en sus juegos terribles;
saber si una sombría llama abriga su pecho
por las húmedas nieblas que nadan sus ojos,
recorrer a mi gusto sus magníficas formas;
trepar por la ladera de sus grandes rodillas,
y a veces, en verano, cuando malsanos soles,
a tumbarse en el campo, fatigada la impulsan,
indolente a la sobre de sus pechos dormirme,
cual aldea apacible al pie de una montaña.
Esa agudeza del pensamiento, ese entusiasmo de los sentidos y la mente, han tenido que parecer al hombre de todas las épocas el mejor de los bienes; por eso, sin tener en cuenta más que el placer inmediato y sin que le preocupe violar las leyes de su constitución, ha buscado en la ciencia física, en la farmacia, en las bebidas más groseras y en los perfumes más sutiles, bajo todos los climas y en todos los tiempos, la manera de huir, aunque sea por unas horas, de su habitáculo de fuego, y, como dice el autor de Lázaro: «de alcanzar el Paraíso de golpe». ¡Ay! los vicios del hombre, por muy llenos de horror que se los suponga, contienen la prueba (¡aunque sólo sea por su expansión infinita!) de su afición a lo infinito; sólo que es una afición que se equivoca de camino con frecuencia. [11]
No nos sorprende entonces que ante esa consciencia del Mal Baudelaire tenga casi como un preceptor al ultraconservador, moralista y debeísta Joseph de Maistre, de quien, junto a Edgar Allan Poe, dice que le enseñó a pensar. En sus fragmentos póstumos encontramos unos apuntes titulados "Higiene. Conducta, Moral" e "Higiene. Conducta. Método" donde nos hallamos ante un Baudelaire que escribe:
Me juro a mi mismo seguir desde hoy la siguientes reglas como reglas eternas de mi vida:
Hacer todas las mañanas mi oración a Dios, provisión de toda bondad y justicia, a mi madre, a Mariette, y a Poe, como intercesores, rogarles que me transmitan la fuerza necesaria para acometer todos mis deberes, y que otorguen a mi madre una vida suficientemente larga para que disfrute de mi transformación; trabajar todo el día o, al menos, tanto como mis fuerzas me lo permitan; confiar en Dios, es decir, en la Justicia, para lograr el éxito de mis proyectos; hacer todas las noches una nueva oración para pedir a Dios vida y fuerza para mi madre y para mí; todo lo que gane, dividirlo en cuatro partes, una para la vida diaria, una para lo acreedores, una para mis amigos y una para mi madre; obedecer a los principios de la más estricta sobriedad, y el primero es la supresión de todos los excitantes, cualesquiera que sean. [11]
Lo mismo que ya se proponía en sus cartas de adolescente se lo sigue proponiendo con el mismo celo y el mismo fracaso de sus intenciones años después.
Baudelaire da para escribir mucho y su persona e inmortal obra nos abren también a a una profunda consideración sobre la insatisfacción humana (cuando se ha perdido el paraíso -diría posiblemente Baudelaire - toda satisfacción es insuficiente, toda insatisfacción la huella de su recuerdo), pero éste, quizá en el futuro, será el objeto de otra reflexión. Y así acabaremos con otro de sus poemas dedicado al Hastío (Spleen):
Cuando el cielo plomizo como una losa pesa
sobre el alma gimiente presa de un largo Hastío,
y que abrazando el círculo de todo el horizonte
vierte un día más triste que la noche;
cuando en húmeda celda la tierra se convierte,
donde, como un murciélago, la Esperanza revuela,
golpeando los muros con sus alas medrosas,
y dando en los podridos techos con su cabeza;
cuando la lluvia extiende sus inmensos regueros
imitando las rejas de una vasta prisión,
y de infames arañas un pueblo mudo tiende
sus telas en lo más profundo del cerebro,
las campanas con furia subitamente saltan
y lanzan hacia el cielo un aullido horroroso,
igual que los espíritus sin patria y errantes
se ponen a gemir obstinados y largos.
Y pasan coches fúnebres, sin tambores ni música,
por mi alma lentamente, la Esperanza, vencida
llora, y la Angustia atroz y despótica planta
su negro pabellón en mi craneo abatido.
A Saldes, en el dia de Tots Sants.
____________________
[1] Baudelaire, Charles. Dibujos y fragmentos póstumos. Sexto piso ilustrado, en dibujo 6.
[2] Baudelaire, Charles. Las Flores del Mal. Cátedra Letras Universales. Todas las poesías citadas corresponden a esta edición.
3] Sartre, Jean Paul. Baudelaire. Anagrama. Col.leció Textos, pág. 14, Traducido del catalán por mi.
[4] Ver nota 1, en dibujo 24
[5] Ver nota 1, en dibujo 37
[6] Ver nota 1, en dibujo 20.
[7] Ver nota 1, en dibujo 13.
[8] Kancyper, Luis. Resentimiento y remordimiento. Estudio psicoanalítico. Lumen tercer milenio, pág. 83
[9] Ver nota 3, pág. 45
[10] Baudelaire, Charles. Querida mamá. Cartas a la madre 1834-1859. Ediciones de La Mirándola (versión en ebook)
[11] Baudelaire. Charles. Los paraísos artificiales. Editorial Tripps (Digital), pág. 26
[12] Ver nota 1, pág. 145
muy buen blog
ResponderEliminarGracias. Un saludo.
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