domingo, 7 de junio de 2015

ROBERT SCHUMANN: Kinderszenen (Escenas de niños): El sueño de la infancia.

La música es el lenguaje que me permite
comunicarme con el más allá.
Contaba con veintiocho años cuando Robert Schumann le mandó las partituras de las Kinderszenen a Clara Wieck, su futura esposa - ella tenía diecinueve -. Robert era un hombre profundamente enamorado de esa joven de inmenso talento pianístico, cuyo padre se oponía vivamente a su relación. Junto con las partituras el joven músico le escribió:

Es quizá una respuesta inconsciente a lo que tu me escribiste hace algún tiempo (A veces pareces un niño). Si es así, verás que a este niño le han salido alas, que ya ha escrito más de treinta pequeñas piezas y ha escogido una docena de ellas para reunirlas bajo el título de Escenas de niños. Sin duda te gustará tocarlas, pero tendrás que olvidarte de que eres una virtuosa.

Tendrás que olvidarte de que eras una virtuosa. Esta frase ya nos introduce en el espíritu de esta obra, palabras que ya nos acercan a que esa música no es una cuestión de virtuosismo técnico sino en esencia de sensibilidad y sentimiento. Es por ello que Schumann escribe que "es quizá una respuesta inconsciente". Dice de esa obra Cortázar, quien amaba profundamente la obra del músico alemán:

Su nombre es ya un enunciado cristalino. Resulta casi increíble saber que fueron compuestas en momentos de intensa depresión sentimental, cuando Schumann se sentía al borde de la angustia, y se aferraba a su piano y a las ideas que cantaban en su corazón para no dejarse arrastrar por un torbellino, uno de esos torbellinos que, en una sensibilidad hipertrofiada como la suya, lo conducían hacia el espejismo engañoso del suicidio. Para huir de eso, para rechazar los primeros aletazos de la locura, Schumann escribe la música, y brotan los Conciertos, el Carnaval, Manfredo, Las mariposas, y esas infinitamente claras Escenas infantiles que son un rayo de sol en la atormentada atmósfera de su arte. [1]

No es mi objetivo tratar de todas las piezas pero si dar una aproximación de la obra a través de tres de ellas que, a mi entender, son centro y eje sobre la que orbitan las otras.

1. EL POETA HABLA (Der Dichter spricht).

Clara y Robert.
Los poetas más lúcidos como Rimbaud [...] saben que su nostalgia es de un tiempo anterior a lo vivido y su afán por la palabra, afán por devolverle su perdida inocencia. Adoradores de la inmaculada concepción de la palabra, de la palabra inocente, de pureza activa, de la palabra en el orden de la creación. [2]

La última pieza de las Kinderszenen, titulada "Der Dichter spricht (El poeta habla)", particularmente mi favorita, ya nos dice algo esencial de Schumann: se trata de un músico que habla a través del piano. Un poeta que utiliza notas y no palabras para hablar. Alfred Cortot, uno de los grandes pianistas de la primera mitad del siglo XX, reconocido por su aproximación poética a la música romántica, nos muestra a través de su fina sensibilidad la profundidad de esta pieza poniendo palabras al hablar pianístico de Schumann cuando dice que "se necesita soñar esta pieza antes de tocarla". Toda ella está rodeada de esa atmósfera de ensueño, de distancia a la vez que de cercanía, de una presencia inaprensible que se contempla desde la mirada tierna del adulto hacia la lejana infancia como un paraíso perdido. El psicoanalista y musicólogo Michel Schneider nos dice en relación a esa ternura:

Tierno, esa palabra que el músico no duda en indicar en el encabezamiento de ciertas páginas (Zart), no significa conmiseración, mimo, desahogo. La ternura es el cuidado por el otro. Es la fuerza de los débiles, no la debilidad de los fuertes. [3]

Dice Borges que "no hay otros paraísos que los paraísos perdidos". En las sencillas notas de esta pieza está el recuerdo nostálgico de la pérdida, el dolor por su lejanía y también el dolor porque en algún remoto lugar de nuestra psique se recuerda la infancia como un tiempo sin tiempo, donde todo aun estaba lejos y lo único cercano era la inocencia del momento. Sin embargo, yo iría aun un poco más lejos en esa idea del tiempo sin tiempo parafraseando la prosa poética de Borgues en un "No hay otros paraísos que los paraísos que nunca se han tenido ni se tendrán, que sólo se han podido soñar". Efectivamente, la infancia como paraíso es el tiempo de la inocencia, el lugar del eterno presente, un lugar sin lugar y un tiempo sin tiempo que corresponden a la eternidad. Schumann mira hacia ese no-lugar y hacia ese no-tiempo o, como dice Alfred Cortot, queda "simplemente en la presencia de un sueño que le persigue". 

 Alfred Cortot interpreta, enseñando, la pieza "El poeta habla - Der Dichter spricht -"

Quizá por eso esta pieza, y todas las piezas de las Kinderszenen, están evocadas desde una ternura única. Hay lugares donde para llegar hay que hacerse pequeño, muy pequeño, y esa pequeñez sólo es posible desde el coraje de la ternura y de la  humildad, sólo ellas nos llevan a poder "ver en el más allá". Schumann ve el paraíso de la inocencia, esa inocencia que lleva al recientemente fallecido poeta Jesús Lizano a decir: "que como un niño / todo lo he ido transformando en sueños / jugando con mis sueños y con mis versos / resistiendo con ellos". El compositor puede decir, como Lizano, que "soy poeta porque conquisto la inocencia". Porque efectivamente sólo los niños y los poetas, esos niños mayores, pueden desde su pequeñez, desde su fragilidad, contemplar ese lugar sin lugar y ese tiempo sin tiempo, aunque sea por un instante, que es el paraíso de la inocencia.

2. ENSUEÑO (Träumerei)

¿Qué es lo que "dibuja" el sentimiento en el caso de la pieza "Ensueño", de estas Escenas de niños, qué dicen las notas sobre este concreto soñar despierto? Se trata de la contradicción entre la experiencia de la belleza sencilla y de la nostalgia inútil que siente el artista romántico al querer fundirse con ella. [4]

Justo en el medio de las trece composiciones de las Kinderszenen encontramos otra pieza esencial, quizá la más conocida de la obra. Se trata de Träumerei (Ensoñación), una pieza de una sutil delicadeza que, a mi entender, se relaciona con Der Dichter spricht (El poeta habla), aunque ahora no es el poeta quien hable sino el propio niño, o mejor dicho, el niño que habitando en el poeta le hace a este un niño mayor.

Hay, a mi entender, una sutil correspondencia entre las Kinderszenen y una pequeña obra en prosa poética de Rabindranaz Tagore titulada Luna nueva. En una bellísima traducción de Juan Ramón Jiménez, sus pequeñas prosas poéticas, tan ajustadamente cortas como piedras preciosas, tan preciosas, al decir de Cortázar, como las piezas musicales de Schumann, tienen la misma naturaleza del ensueño que envuelve la música del compositor alemán, y de la que Träumerei es su máximo exponente. Escúchese primero esta pieza y luego léase el siguiente fragmento de Tagore:

Lang Lang interpretando Ensueño (Träumerei)

MANANTIAL.

¿Sabe alguien de dónde viene el sueño que anda revoloteando por los ojos del niño? Si. Dicen que vive en la aldea de las hadas; que por la sombra de una floresta, vagamente alumbrada de luciérnagas, cuelgan dos tímidos capullos de encanto, de donde viene el sueño a besar los ojos del niño.

¿Sabe alguien en donde nació la sonrisa que está aleteando por los labios del niño dormido? Si. Cuentan que en el ensueño de una mañana de otoño, limpia  de rocío, el pálido rayo joven de la luna nueva, dorando el borde de una nube que se iba, hizo nacer la sonrisa que aletea por los labios del niño dormido.

¿Sabe alguien en dónde estuvo escondida tanto tiempo la dulce y suave frescura que florece en las carnecillas del niño? Si. Cuando su madre era niña, empapaba su corazón de un tiempo y callado misterio de amor, suave y dulce frescura que ha florecido en las carnecillas del niño. [5]

Rabindranaz Tagore
Un tiempo y callado misterio de amor. Este tiempo y este misterio de amor (¿pues acaso el verdadero amor no requiere de la inocencia?) es el lugar de los ensueños al que Schumann, como Tagore, acceden con su mirada de niño mayor. Es el lugar que por instantes sentimos como enamorados, momentos en que se parece tocar el paraíso: "Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso" [6], dice Borgues, o lo que es lo mismo desde mi punto de vista: "No pasa un día en que no estemos, un instante, en un eco del sueño del paraíso". Träumerei, es el sueño de un niño que a su vez recoge la nostalgia del poeta por el sueño de ese niño. Y dice Jung acerca de la naturaleza de éste como arquetipo que es un ser inicial y final:

... no es sólo un ser inicial sino también final. El ser inicial era antes del hombre, y el ser final es después del hombre. Psicológicamente, esta afirmación significa que el "niño" simboliza la naturaleza preconsciente y postconsciente del hombre. Su naturaleza preconsciente es el estado inconsciente de la más tierna infancia, la naturaleza postconsciente es una anticipación per analogiam de la muerte. En esta representación se expresa la naturaleza global de la totalidad humana. La totalidad no reside jamás en el volumen de lo consciente sino que incluye también la extensión indeterminada e indeterminable de lo inconsciente.  [7]

De la misma manera que Alfred Cortot nos dice que el poeta se halla ante "un sueño que le persigue", a la vez es también un sueño que le huye, que le esquiva. Como bien observaba Eugenio Trías [8], Schumann, y desde las distintas transformaciones que sufrió con cada una de sus tres grandes crisis, y con ellas también su música, persiguió ese sueño que le esquivaba: Schumann buscaba redimirse alcanzando el niño que habita el paraíso de la inocencia. Se movió en esa frontera, en ese límite que marcan el inicio y el final del hombre, su antes y su más allá. Bajo la indudable influencia de Tagore, Juan Ramón Jiménez escribió entre 1916 y 1923 el conjunto de poemas que quería llamar Unidad (el título ya lo dice todo), reunidos postumamente. Veamos una pequeña poesía de esa colección, en la que nuevamente es evocado el sueño perseguido:

                                                                ¡El  niñito dormido!
                                                        Mientras, cantan los pájaros,
                                                        y las ramas se mecen,
                                                        y el sol grande sonríe.
                                                                ¡En la sombra dorada,
                                                        (¿un siglo, o un instante?),
                                                        el niñito dormido
                                                        (fuera aun de la idea
                                                        de lo breve o lo eterno)
                                                                Mientras, cantan los pájaros,
                                                        y las ramas se mecen,
                                                        y el sol grande sonríe.[9]


Un lugar sin lugar, un tiempo sin tiempo, una chispa de eternidad.

3. EXTRAÑOS PAÍSES Y PERSONAS (Von fremdem Ländern und Menschen).

Inicia el ciclo de las Kinderzenen Extraños países y personas (Von fremdem Ländern und Menschen), y lo inicia con el encuentro del niño con el mundo de los mayores, y que nos llega a través de esta melodía como la aproximación a lo extraño (fremdem) mediada la curiosidad y el miedo. Dice Tagore:

El niño vivía en el mundo de la dicha perfecta y no sabía llorar. Pero por algo eligió las lágrimas. Porque si con su sonrisa se ganaba el corazón ansioso de su madre, sus llantitos por cualquier penita le atan a un doble lazo de lástima y de amor. [10]

Martha Argerich interpreta 
Von fremdem Ländern und Menschen (Extraños países y personas)

Ese "llantito", esa "lástima" que parte de "cualquier penita" es la llamada de la ternura que Michel Schneider nos describió anteriormente, esa fuerza de los débiles o, como prefiero llamarla, esa fuerza que confiere la conciencia de la vulnerabilidad, y que tan bien hallamos expresado en la cuarta pieza de las Kinderszenen titulada "Bittendes-kind (El niño suplica)". La ternura es el contorno del amor que cuida y une y que no exige ni ata, es la dicha del niño encarnado en la Tierra, su compensación por la "penita" de su indeterminado exilio. El niño, vulnerable desde su concepción, se abre a esa exposición en "extraños países", con "extrañas personas", a través de ese extraño vínculo que le acerca y le aleja de la madre y que le abre a la calma del amor y la ternura así como a la angustia y al dolor del abandono o de la explotación.

- Recopilando...

Por eso en sus ensueños (traumerei), rememora "la dicha perfecta" de un paraíso que en los mayores resuena como una lejana añoranza del poeta (Der dichter spricht) de "algo" que llamamos infancia, pero que no es más que un sueño de infancia, a lo sumo un eco en el adulto del niño que en su interior anhela el retorno a un hogar soñado como la dicha perfecta... A ese lugar, que como hemos visto es un no-lugar, un tiempo que es un no-tiempo, situado más alla del inicio y del final (Jung), logra asomarse la mirada de poetas como Schumann para devolvernos esas pequeñas gemas como obra de arte. A ese lugar que, no obstante, también acabó por devorarlo, Lacan lo llama el lugar del goce: "Soy el lugar desde donde se vocifera que 'el universo es un defecto en la pureza del no ser'. (cita de Paul Valéry) [...] Ese lugar hace languidecer al ser mismo, se llama el goce, es aquel cuya falta haría vano el universo". [11]. Hay artistas que frecuentan y crean en la frontera con ese abismo, que crean en el horizonte singular bajo la hipnótica atracción del agujero negro. Es el logro del poeta en la tensión de este horizonte que la hace vecino de un vacío infinito, tensión de la que extrae, no obstante, perlas como la la inocencia y la ternura, aunque también puede extraer perlas del horror y la angustia (recordemos anteriores entradas: Edvard Munch, Goya, Piranesi) que le asaltan en ese lugar sin que por ello sea menos arte.

Acabaré con una nueva gema extraída de las fronteras que separan la identidad del goce, una gema de Tagore hablándonos de ese sueño del paraíso de la infancia en el adulto:

Una mañana iba yo por la pedregosa carretera, cuando espada en mano, llegó el rey en su carroza. "Me vendo" - grité -. El rey me cogió de la mano y me dijo: "Soy poderoso, puedo comprarte". Pero de nada le valió su poderío y se volvió sin mi en su  carroza.

Las casas estaban cerradas al sol del mediodía y yo vagaba por el callejón retorcido cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro. Dudó un momento, y me dijo: "Soy rico, puedo comprarte". Una a una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda y me fui.

Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor. Una muchacha gentil apareció delante de mí, y me dijo: "Te compro con mi sonrisa". Pero su sonrisa palideció y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez en la sombra.

El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente. Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas. Levantó la cabeza y, como si me conociera, me dijo: "Puedo comprarte con nada". Desde que hice este trato jugando, soy libre. [12]


Para los que deseéis escuchar el ciclo completo de las Kinderszenen os dejo este vídeo de YouTube donde las trece piezas son interpretadas por la pianista Maria Joao Pires:

Kinsderszenen interpretadas por Maria Joao Pires.


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[2] Zambrano, María. Hacia un saber del alma. Alianza Literaria, pág. 47
[3] Schneider, Michel. Músicas nocturnas. El lado oculto del lenguaje musical. Paidós de música, pág. 32 (Incluye una excelente reflexión sobre la música de Schumann)
[4] Geck, Martin. Robert Schumann. Hombre y músico del romanticismo. Alianza música, pág. 92. Una de las más autorizadas biografías del compositor alemán.
[5] Tagore, Rabindranaz. La luna nueva. El jardinero, Ofrenda lírica. Alianza editorial, pág. 12
[6] Borgues, Jorge Luis. Los conjurados. Alianza Literatura, pág. 6
[7] Jung, C. G. Acerca de la psicología del arquetipo del niño. En Los Arquetipos y lo inconsciente colectivo. OC 9/1. Editorial Trotta, par. 299
[8] Trías, Eugenio. El canto de las sirenas. Argumentos musicales. Capítulo 8. Robert Schumann, la música que descendió del cielo. Galaxia Gutemberg. (Otra excelente reflexión sobre la música de Schumann)
[9] Jiménez, Juan Ramón. Unidad. Editorial Seix Barral. Biblioteca breve, pág. 73
[10] Ver nota 3, pág. 14
[11] Lacan, Jacques. Escritos 2. Subversión del sujeto y dialéctica del deseo. Siglo XXI editores, pág. 800
[12] Ver nota 3, pág. 40