sábado, 23 de abril de 2022

J. D. SALINGER: EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO. Sobre la adolescencia.


J. D. Salinger se pasó diez años escribiendo El guardián entre el centeno y el resto de su vida arrepintiéndose.

Antes de que se publicara el libro, era un veterano de la Segunda Guerra Mundial con trastorno de estrés postrumático; acabada la guerra nunca dejó de buscar la cura espiritual para sus heridas psíquicas. En la estela del enorme éxito de aquella novela sobre un "chaval de colegio pijo", emergió un mito: Salinger, igual que Holden, era demasiado sensible para el mundo que lo rodeaba, se consideraba por encima de todo. El resto de su vida se lo iba a pasar intentando reconciliar sin éxito estas dos versiones completamente contradictorias de sí mismo: el mito y la realidad.

El guardián entre el centeno ha vendido más de 65 millones de ejemplares y continúa vendiendo más de medio millón al año; es un libro crucial para varias generaciones, sigue siendo un tótem de la adolescencia norteamericana. [1]

El guardián entre el centeno es, junto a Bajo las ruedas, de Hermann Hesse, una de las obras fundamentales sobre esa compleja etapa del ciclo vital que es la adolescencia. Una etapa que se caracteriza por ser la transición que va de la infancia a la adultez. Ambas obras abordan tres aspectos que el adolescente deberá enfrentar en esta fase: penetración en la vida, la relación sexual / afectiva y la adaptación social, y todas ellas tienen un común denominador, una dura crítica al ejercicio del poder abusivo de los padres y de los sistemas educativos. Me parece importante comenzar este punto con las siguientes palabras sobre el trabajo de la psicoanalista infantil François Dolto: 

… se trata de un momento de mutación cuyo futuro se percibe siempre incierto. Insiste en los términos “fragilidad” y “vulnerabilidad” para calificar esta época de metamorfosis. El adolescente es como un bogavante o una langosta en el momento de la muda, afirma; como ya no tiene caparazón, acusa todos los golpes, los cuales dejarán huella bajo la nueva piel. Por consiguiente, resulta esencial mostrarse especialmente atento en el diálogo, sin imponer ni reglas ni comportamientos. 

En El guardián entre el centeno, se cita una frase del psicoanalista Wilhelm Stekel que caracteriza el gran aprendizaje de la adolescencia, y que dice: " Lo que distingue al hombre insensato del sensato es que el primero ansia morir orgullosamente por una causa, mientras que el segundo aspira a vivir humildemente por ella." [2] Sin embargo, y para ello, es necesario que el mundo adulto acompañe este largo proceso que va de la adolescencia a la madurez. D. W. Winnicot lo dice claramente cuando en un artículo titulado “La familia y la madurez emocional” nos dice: 

En el desarrollo sano de un individuo, cualquiera que sea la etapa que se atraviesa, lo que se requiere es una progresión sostenida, es decir, una serie bien graduada de acciones desafiantes iconoclastas, cada una de las cuales es compatible con la conservación de un vínculo inconsciente con la figura o figuras centrales, la madre o los progenitores. [3]

En las primeras páginas del libro aparece uno de los grandes conflictos que la adolescencia implica. Holden Caufield, su protagonista, un joven de diecisiete años, después de ser expulsado del colegio Pencey, y en un diálogo con el Sr. Spencer, su profesor de historia, éste le dice: “La vida es una partida, muchacho. La vida es una partida y hay que vivirla de acuerdo con las reglas del juego." A lo que el joven, a pesar de asentir, reflexiona internamente: “De partida un cuerno. Menuda partida. Si te toca del lado de los que cortan el bacalao, desde luego que es una partida, eso lo reconozco. Pero si te toca del otro lado, no veo dónde está la partida. En ninguna parte. Lo que es de partida, nada.” Lo que en palabras del psicoanalista Luis Kancyper, implica ver la adolescencia como el fin de la ingenuidad:


La adolescencia es una de las etapas más importantes del ciclo vital humano; representa un momento trágico en la vida, "el fin de la ingenuidad".

 

El término ingenuidad denota la inocencia de quien ha nacido en un lugar del cual no se ha movido y, por lo tanto, carece de experiencia […]

 

La adolescencia es un momento trágico, porque en esta fase del desarrollo humano se requiere sacrificar la ingenuidad inherente al período de la inocencia de la sexualidad infantil y el azaroso lugar ignorado del juego enigmático de las identificaciones alienantes e impuestas al niño por los otros. Estas identificaciones deberían ser develadas y procesadas durante este período, para que el adolescente alcance a conquistar un conocimiento, un inédito reordenamiento de lo heredado, y así dar a luz un proyecto propio desiderativo sexual y vocacional. Proyecto que, logrado, estructurará y orientará su identidad, y que, al ser asumido con responsabilidad por él, pondrá fin a su otrora posición: la de una ingenua víctima pasiva de la niñez. [5]


Holden Caulfield representa justamente la dificultad de esta transición: el rechazo al mundo adulto y la añoranza de la infancia. Rechazo que Caulfield recoge cuando con su hermana Phoebe, de 10 años (uno de los personajes más bellos de la novela, y a la que Caulfield admira y quiere profundamente), representante de esa inocencia de la infancia, le dice que a él no le gusta ninguna cosa. Tras un curioso diálogo en el que Caulfield no logra decir nada, y a la insistencia de Phoebe para que diga algo que le guste mucho, dice:

 

Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adonde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.


Esta es una exacta imagen de la resistencia de un joven a asumir el “fin de la ingenuidad”. Nos encontramos ante el adolescente rebelde, de carácter escéptico e irónico, sarcástico, que detesta el mundo adulto, que no se cree nada. A diferencia de Hermann Heilner, uno de los protagonistas de Bajo las ruedas, que quiere imponer una manera distinta de relacionarse con el mundo, Holden Caufield es un descreído, un delator de la hipocresía adulta pero sin un proyecto personal. Su rebeldía es una rebeldía sin causa, a diferencia de la rebeldía más "revolucionaria"  que Heilner representa en la novela de Hesse.


La dificultad de la adolescencia es el difícil equilibrio entre lo heroico (la búsqueda del propio camino), lo social (la demanda de lo colectivo) y lo afectivo sexual. Kancyper lo expresa tal y como sigue:

 

Lo que caracteriza a la adolescencia es el encuentro del objeto genital exogámico, la elección vocacional más allá de los mandatos parentales y la recomposición de los vínculos sociales y económicos. Y lo que particulariza metapsicológicamente a este período es que representa la etapa de la resignificación retroactiva por excelencia. [6]

 

En Caufield  el descreimiento y el sarcasmo ocultan que no hay elección más allá de los mandatos parentales, ni recomposición de los vínculos sociales y económicos, sino simplemente una rebeldía reactiva que niega, pero que no se reconvierte o adopta un carácter más revolucionario. Donde también observamos la dificultad del “encuentro del objeto genital exogámico”, el efecto del retraimiento de la infancia al respecto, lo encontramos en el crudo encuentro de Holden Caufield con una seca prostituta quien, después de todas las fantasías que se ha hecho, le confronta con el encuentro de un cuerpo genital demasiado abruptamente:


… se puso de pie y empezó a sacarse el vestido por la cabeza.

 

De pronto empecé a notar una sensación rara. Iba todo demasiado rápido. Supongo que cuando una mujer se pone de pie y empieza a desnudarse, uno tiene que sentirse de golpe de lo más cachondo. Pues yo no. Lo que sentí fue una depresión horrible.


El choque excesivo con el mundo adulto se salda con el adolescente alienado, como es el caso de Holden Caufield, a veces prontamente derrotado (como es el caso de Hans Giebenrath, en Bajo las ruedas), como tantos adolescentes que se alienan hoy en día en el mundo de las drogas o de internet en sus múltiples facetas, o en el mundo de los videojuegos, de relaciones afectivo-sexuales complejas, las crisis de identidad y de género, etcétera.  En ese sentido, El Guardián entre el centeno es una de las obras de adolescencia que quizá se adelantó a lo que son los grandes problemas de la adolescencia actuales y de ahí su continua vigencia.



J. D. Salinger con su hijo Matt


También podemos decir con Luis Kancyper que aquello que se silencia en la infancia suele manifestarse a gritos durante la adolescencia”, o como yo mismo suelo decir en ocasiones, la adolescencia es una de las últimas ocasiones de revertir o de flexibilizar algunos de los efectos padecidos en la infancia. Sin embargo, y en este sentido, generalmente el adolescente aun choca más profundamente con los padres, y no sólo con ellos, sino también con la sociedad, generalmente representada por la institución de la escuela. La cuestión en la adolescencia es si familia y sociedad actúan como un verdadero sostén del adolescente en su camino de la inmadurez a la madurez. Nuevamente Winnnicot pone de relieve la importancia del sostenimiento que requiere la inmadurez adolescente en su camino hacia la madurez


Parte de la idea de inmadurez adolescente como elemento esencial de la salud que no requiere otra cura que el paso del tiempo, no implica que no resulte indispensable el sostén de la familia y la sociedad… Si existe una familia que aún puedan usar, los adolescentes la usarán intensamente, y si la familia no está allí para ser usada o dejada de lado (uso negativo), se les deberá proporcionar pequeñas unidades sociales para contener el proceso de crecimiento adolescente. [7]


Sin embargo, el sostén sobre el que es deseable que crezca el adolescente no es siempre un sostén adecuado. El choque intergeneracional del adolescente con el mundo adulto suele ser complejo y deficiente.


Holden Caufield, como decía anteriormente, se corresponde con el adolescente alienado que adopta ante el mundo una posición escéptica y descreída. No es tanto que adopte una posición confrontativa desde una nueva visión que desvela lo absurdo del mundo adulto y del mundo que este ofrece, sino que opta por una especie de fatalismo en el que cualquier proyecto se perderá en ese acceso al mundo adulto. Por eso su visión como "guardián entre el centeno" obedece a evitar la caída en el abismo que supone el paso de la infancia a la adolescencia.


Hollen Caufield, como Hans Giebenrath, como los protagonistas adolescentes de la excelente película "El club de los poetas muertos" (pulsa aquí su comentario en mi blog de cine y psicología), responden a distintos tipos de respuestas de ese deficiente choque intergeneracional en el que la confrontación que su postura supone para el mundo adulto (familia, colegio, sociedad), se manifiesta de la misma manera: mediante el ejercicio abusivo del poder jerárquico, que implica a menudo la vejación psicológica: castigos, expulsiones, prohibiciones, favorecer la acusación, segregación, etcétera. O como también ocurre actualmente con un abandono, desatención y desresponsabilización (a veces bajo la forma de una aparente indulgencia y tolerancia) de la función parental. O también frente a la incongruencia de lo que se dice en las instituciones escolares y la realidad de su práctica, así como de la sociedad que les aguarda. El adolescente confronta al adolescente que un día el padre fue, o los que fueron los directores, maestros y profesores de la escuela y del mismo Estado (como denuncia con claridad Hermann Hesse). La familia y la sociedad reaccionan castigando, despreciando o ignorando el espejo que el adolescente les devuelve sobre, como dice Kancyper, “su humillante fracaso ante el incumplimiento de los ideales y las ilusiones del adolescente que había sido.”  [7]


En todo caso, y en terminología junguiana, en esta fase del ciclo vital, la maduración procede de un delicado equilibrio entre la fuerza que la vida toma en el adolescente, su voluntad de penetración regido por el arquetipo del héroe, su descubrimiento de la sexualidad y el afecto (regido por los arquetipos del anima/animus), junto a su inclusión en el entorno socio-cultural y económico (regido por el arquetipo de la persona). Equilibrio entre  individuación y socialización que comporta por parte de las figuras guías (padres, maestros y otras figuras adultas) otro ajustado equilibrio entre la exploración y el límite; entre la expansión que reclama el adolescente y, al mismo tiempo, con su dependencia; entre la confianza y la responsabilidad, y también el apoyo y el acompañamiento que requiere desde un cierto desapego amoroso, que acompaña ayudando a aprender de la propia experiencia.


- NOTA FINAL: RESONANCIA DE LA OBRA Y SOBRE SALINGER.


Durante toda su vida Salinger, que vivió recluido, lejos del mundo y celoso de su intimidad, recibió miles de cartas de jóvenes y personas de todo el mundo que veían reflejada en su obra su desconcierto. Muchos eran los que querían visitarle perturbando su deseo de soledad. Como indicaban los autores de su muy bien documentada biografía "Salinger" (ver nota 1), hoy en día aun se venden medio millón de ejemplares anuales de la obra. En este sentido, se ofrece el testimonio del periodista, escritor y conferenciante Michael Clarkson quien, en un momento de su vida, se obsesionó con esta obra y su autor. Dice Clarkson:


Fui a ver a Salinger porque sentí que me podría ayudar. No quería necesariamente que me salvara, que detuviera mi caída del acantilado. Yo estaba un poco deprimido, pero no creo que me engañara tanto a mí mismo. Tenía dos niños pequeños y quería preguntarle: ¿Qué hago ahora con mi vida? ¿Cuál es ahora el siguiente paso. Pensé que él podría librarme de una parte del dolor. Y al mismo tiempo yo estaba enamorado emocional-espiritualmente de aquel escritor. [8]


William Faulkner (foto a la izquierda) quedó también impresionado por la obra y por la claridad con la que se mostraba la presión social que impide ser uno mismo:

Creo que lo que vi en ese libro fue a un hombre joven, inteligente, un poco más sensible que la mayoría, que simplemente quería amar a la humanidad [...] Su tragedia es que cuando trató de unirse la humanidad, allí no había ninguna raza humana. [9]


- SOBRE SALINGER.


Creo que para comprender la obra de Salinger es necesario comprender su persona. Esto escapa a los límites de este comentario. Sin embargo, si quisiera destacar doss aspectos de su vida que le determinaron claramente en su llegada a la madurez. 


El primero de ellos, especialmente significativo, fue su participación en la segunda guerra mundial (formaba parte del servicio de contraespionaje del ejército norteamericano) participando en el desembarco de Normandía, así como también en las terribles batallas que ante los nazis libró el ejército norteamericano en el bosque de Hürtgen (llamado el bosque del infierno) y en las Ardenas, donde vivió los horrores de la muerte (fueron verdaderas carnicerías) en extremos que le llevaron al ingreso psiquiátrico por un colapso nervioso por estrés postraumático y que, sin duda, marcaron definitivamente su visión de la humanidad. Fue también determinante en su crisis que Salinger fue de los primeros soldados americanos en entrar en un campo de concentración nazi (él tenía ascendencia judía), concretamente el campo de Kaüfering IV, donde asistió a sus horrores inimaginables (cuerpos quemados, mutilados, destrozados, torturados, etcétera) que debieron quebrantar definitivamente el que ya debía ser, en aquel momento, su ya precario equilibrio psíquico. Más tarde diría: "Nunca consigues deshacerte de ese olor a piel carbonizada” [10]


Fue también para él muy doloroso el abandono que sufrió, también durante la guerra, de su novia Oona O'neil (hija del premio Nobel de literarura Eugene O'neil) para casarse con Charlie Chaplin. Oona dejó de responder, de repente, sin mediar ningún contacto, a sus largas cartas, que escribía de una manera obsesiva, hasta que se enteró por los periódicos que se había casado con Chaplin.


Por decirlo de alguna manera, este es el mundo que se encontró Salinger tras salir de su adolescencia y entrar en la juventud: la decepción amorosa y el horror de la guerra. Leyendo la excelente biografía de Shields y Salerno, tengo la impresión que el alma de Salinger quedó congelada en la guerra y en Oona, sucesos que no logró traspasar en su vida.



Oona O'neil y Charlie Chaplin.



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[1] Shields, David & Salerno, Shane. Salinger. Seix Barral. Introducción , pág. 15
[2] Liodot, Jean Claude. Dolto para padres. Plaza y danés, pág. 121
[3] Las citas de la obra de Salinger corresponden a la versión de la Editorial Alianza.
[4] Winnicot, D. W. La familia y la madurez emocional, en Biblioteca D. W. Winnicot.
[5] Kancyper, Luis. Adolescencia: el fin de la ingenuidad. Ed. Lumen. El tercer milenio, pág. 13.
[6] ídem anterior, pág. 10
[7] Ver nota 4.
[8] Ver nota 1, pág. 119
[9] Faulkner in Virginia, “Undergraduate Writing Class, Tape 1”, 24 de abril de 1958, en:
[10] Ver nota 1, pág. 188