sábado, 13 de abril de 2024

SOBRE EL AFORISMO Y EL HAIKU. Una contraposición entre la brevedad occidental y oriental.

 

Friedrich Nietszche y Matsuo Basho

Esta reflexión parte de mi asistencia a una presentación de un libro de aforismos de Carles Fabregat titulado “Fletxes que ja no pertanyen a l’arc” (Flechas que ya no pertenecen al arco) y de un posterior intercambio de opiniones al respecto. Mientras escuchaba a su autor se me ocurrió en qué medida la brevedad que implican ambas modalidades, el aforismo y el haiku, representan una forma específica a las que el pensamiento occidental y oriental se dirigen respectivamente. Esta idea inicial se vio reforzada por la relevancia que su autor le dio a un aforismo concreto, y que dice: “Las cosas no ocurren hasta que no son narradas”.

La idea era que el aforismo, definido básicamente como una sentencia que pretende expresar una idea de manera concisa, coherente y en apariencia definitiva, tan característico en el mundo de la filosofía (Pascal, Schopenhauer, Nietzsche, Cioran, Wittgenstein) y la literatura (Oscar Wilde, Fernando Pessoa, Elías Canetti, Franz Kafka), y también en la ciencia (Jorge Wagensberg, George C. Lichtenberg, Ramón y Cajal), es una brevedad propia del mundo occidental, y en la que más allá de la definición básica que hemos dado, podemos decir que el aforismo busca en su brevedad el impacto sobre nuestra consciencia para que nos lleve a reflexionar sobre su contenido. Esa sería la dirección a la que se dirige el aforismo: llevar hacia la reflexión a su lector.

En contraposición al aforismo, y como otra forma breve, extremadamente breve, tendríamos el haiku japones como una modalidad poética. Como forma se caracteriza por ser un poema de diecisiete silabas distribuidos en tres versos de 5-7-5 sílabas. A veces esta regla del 5-7-5 se modifica, pero sigue manteniéndose que el total del poema sea de diecisiete sílabas. Es evidente que la brevedad del haiku busca también su impacto en la consciencia del lector, pero a diferencia del aforismo, el haiku busca un tipo distinto de impacto, es un impacto que no se fundamenta tanto en lo dicho como en lo no dicho. En este sentido, este no se dirige tanto hacia la reflexión como la entendemos en occidente, sino hacia una reflexión que nos dirige a suspendernos en el silencio. 

Emil Cioran y Ueshima Onitsura

Mientras el aforismo se mueve plenamente en el mundo simbólico (el citado aforismo de Carles Fabregat es claro en este sentido), el haiku parece dirigirnos a ese silencio primordial del mundo pre-simbólico. Se diría que nos aproxima al concepto de lo Real descrito por el psicoanalista francés Jacques Lacan para diferenciarlo del de realidad. Mientras este está mediatizado por el orden simbólico, por el orden del lenguaje, el primero se corresponde al estado pre-simbólico, de lo no representable.

Fue por eso por lo que cuando escuchaba el aforismo del autor se me hizo curioso como formulado desde su reflejo especular nos devolvía su afirmación como una pregunta que parece dejarnos suspendidos en el silencio, como el haiku o como ciertos koans del budismo zen. De la afirmación del aforismo del autor “Las cosas no ocurren hasta que no son narradas”, surge la pregunta en su forma especular: “Cuándo las cosas no son narradas, ¿ocurren?” Me pareció interesante ver cómo ambas, la afirmación y la pregunta, parecían invocarse, quizá por que la comprensión llega cuando se contempla desde ambos lados del espejo.

En la misma intervención cité la conocida última proposición de Wittgenstein de su Tractatus "De lo que no se puede hablar, hay que callar", y que en el pensamiento de este filósofo significaría que la lógica puede hablar cuando aquello de lo que se habla se ajusta a sus reglas y, por tanto, a sus límites, y que más allá de éstos hay que callar, un callar que no es un imperativo sino una abertura. Si ese límite lo suponemos como un límite del lenguaje, de cualquier forma del lenguaje, ese límite que, siguiendo a Wittgenstein, nos llevaría a callar, es a la vez una apertura que nos enfrenta hacia lo Real. Las realidades, el orden simbólico que configura el lenguaje no pueden dar cuenta de lo Real.

Ludwig Wittgenstein

En este sentido, el aforismo del autor nos lleva a narrar, y narrar sobre el cómo narramos (¿cómo narramos? ¿desde dónde narramos?), o incluso, en un sentido psicoanalítico (que recorre todo su libro) a narrar por narrar esperando a que surja la brecha por la que emerge el inconsciente. El aforismo del autor lleva al lenguaje a su expansión para adscribir las “cosas” a la existencia. En este sentido, la experiencia psicoanalítica sería un buen ejemplo, donde narrar a través de la asociación libre se orienta a que surja del inconsciente lo que todavía no forma parte de la experiencia consciente de un individuo y, por tanto, de su existencia – aunque, y esto es importante, la determine -.

De forma distinta, el haiku nos lleva a suspender la narración. Nos enfrenta a un silencio que nos invita a callar y que nos dispone a escuchar. El haiku, justamente, nos propone esto, estar callado y dispuesto a una escucha del silencio.

Takarai Kikaku

En ocasiones, cuando leo un haiku, me siento inclinado con la oreja puesta y escuchando el silencio con el que nos sorprenden, escuchando como un radiotelescopio enfocado a la inmensidad del Universo, un silencio como al que nos arroja el reflejo especular propuesto al aforismo de Carlos Fabregat, casi un haiku, aunque de 13 silabas:

        Cuando las cosas

        no son narradas

        ¿ocurren?

Y es desde ese silencio de donde, a veces, llegan, como escribí en mi libro “Poesía Callada”: 

impresiones que interiorizadas y reflejadas en la consciencia llevan a intuiciones por las que se manifiesta el misterio, aunque de forma siempre huidiza. Hay un poema mío que refleja este encuentro entre la impresión y la insuficiencia de la palabra:

            paraula que sempre fuges,

            que serpentejant te m’escorres

            deixant-me en el silenci del teu so,

            paraula quieta

            que de significats s’amaga,

            paraula callada.

 

            paraula fugissera

            que no arribant ja te’n vas,

            paraula refugiada en la nit,

            ombra, ombra esquiva,

            només un somni de paraula. [1]



[1]

palabra que siempre huyes,

que serpenteando te me escurres

dejándome en el silencio de tu sonido,

palabra quieta

que de significados se esconde,

palabra callada.

 

palabra huidiza

que no llegando ya te vas,

palabra refugiada en la noche,

sombra, sombra esquiva,

sólo un sueño de palabra.


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SOBRE EL HAIKU: La frontera donde asoma el silencio anterior a la palabra.

(Pulsa aquí para acceder a la entrada)


Del haiku me sorprendía como, desde aquella concisión, asomaba lo que me parecía una profunda experiencia emocional y espiritual de una gran paz y belleza, una mirada profundamente contemplativa. Octavio Paz - que escribió haikus y que profundizó en su estudio - recojo precisamente las siguientes palabras sobre Matsuo Basho (1644-1694), el poeta japonés que dio al haiku un nuevo sentido, y que la aproximan a mi misma experiencia tanto con su lectura, así como la que ha sido, y es, con su posterior escritura:

 

Basho recoge este nuevo lenguaje coloquial, libre e informal, y con él busca lo mismo que los antiguos: el instante poético. El haiku se convierte en la anotación rápida, verdadera recreación, de un momento privilegiado, exclamación poética, caligrafía, pintura y escuela de meditación, todo junto. 


 



  

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