La descripcion romántica más impresionante de las maquinaciones vacías del tiempo [...] nos traslada a un entorno legendario y simbólico. Se trata de un texto de Wackenroder: Cuento oriental de un santo desnudo. (Rudiger Safranski) [1]
Wackenroder formaría parte de lo que podemos llamar el romanticismo místico, más cercano a Novalis que al romanticismo nihilista de su amigo Ludwig Tieck, o de E. T. A. Hoffman. Fue Novalis quien dijo las célebres palabras "cuando doy alto sentido a lo ordinario, a lo conocido la dignidad de desconocido y apariencia infinita a lo finito, con eso romantizo." [2] Es en esa dimensión que el romanticismo aparece como una reacción y una alerta ante un nuevo mundo que estaba asomando con la llegada de La Ilustración, y que abogaba por la preeminencia de la razón y la lógica en detrimento del mundo del misterio, la magia y lo sobrenatural; la uniformidad y el aburrimiento por encima de lo inesperado y el asombro; la ciencia y la técnica por encima de la naturaleza y el arte. Las palabras de Novalis representan, como apunta Safranski:
"un programa contra el aburrimiento y sus implicaciones: la conciencia del vacío y de la nada. Este aburrimiento, para la generación caída de la antigua fe y no satisfecha por la razón, pero incitada por la revolución francesa a los vuelos más audaces de la imaginación, es el verdadero enemigo y la amenaza real." [3]
Algo que siglo y medio después diría Jung (1941):
Pues bien, es cierto que - por primera vez desde la prehistoria - hemos conseguido tragarnos toda la animación originaria de la naturaleza. No solo descendieron los celestes dioses de sus moradas planetarias - o mejor dicho, los hicimos descender - para transformarse inicialmente en demonios ctónicos. sino que también la legión de estos últimos, que hasta los tiempos de Paracelso jugaban alegremente por bosques, montes arroyos y moradas humanas fueron reducidos, bajo la creciente influencia de la Ilustración científica, a lamentables residuos hasta desaparecer del todo. Desde tiempos inmemoriales siempre estuvo la naturaleza dotada de alma. Ahora, por primera vez, vivimos en una naturaleza desanimada y desacralizada. [4]
1. LA RUEDA DEL TIEMPO Y EL SANTO DESNUDO.
El cuento de Wackenroder nos presenta, bajo el aparente encanto del mundo oriental, a un santo desnudo que vive aislado en "una remota caverna o gruta, a cuyo lado corría un hilo de agua." No obstante, este santo vivía un verdadero tormento:
Este curioso ser no gozaba de paz ni en la noche ni en el día, tenía siempre la impresión de estar bajo el continuo zumbido de las rotaciones de la Rueda del Tiempo.
Nada podía hacer frente a ese ruido, nada podía proponerse. Un miedo inmenso lo agotaba en su trabajo continuo, impidiéndole también escuchar otra cosa que no fuese - en su incansable movimiento - el estrépito de la terrible rueda, la cual llegaba hasta las mismas estrellas o incluso las sobrepasaba. [5]
Los movimientos del santo parecen tener como función hacer girar la enorme rueda, que no ceda en su movimiento: "No podía descansar, día y noche se le veía en el ajetreo más laborioso y enérgico, como si intentara darle vueltas a una enorme rueda", por eso no soporta ver los peregrinos que le observan tranquilamente o que hacen actividades relajadas a su alrededor. Se sorprende de que no escuchen ni vean la estruendosa y gigantesca rueda del tiempo en la que, no obstante, también estaban férreamente engranados. Pareciera que el hombre santo que se retira para estar en contacto con dios o con el misterio, se encontrara, de repente, con una dimensión de pesadilla que configura nuestra existencia.
Una de las primeras asociaciones con esa rueda del tiempo de Wackenroder es el concepto de "compulsión a la repetición" de Freud, que nos dice que es un: "proceso incoercible y de orígen inconsciente, en virtud del cual el sujeto se sitúa activamente en situaciones penosas, repitiendo así experiencias antiguas, sin recordar el prototipo de ellas, sino al contrario, con la impresión viva de que se trata de algo plenamente actual" [6] Tiene también su extensión en el concepto de "guion de vida" de Eric Berne [7], que nos dice que tenemos un plan inconsciente desarrollado en la infancia que determinará nuestras decisiones y comportamientos en la edad adulta. Una especie de "guion" preestablecido que dicta como interactuamos con nosotros mismos, con los demás y con el mundo.
Podemos encontrar una cierta aproximación visual a esta rueda del tiempo en el arcano número X del tarot: La rueda de la fortuna, con esos dos animales (un perro y un simio) que parecen encadenados dando vueltas en esa rueda. La imagen nos sugiere esa característica negativa de los círculos cerrados que nos aprisionan, ya sea psíquica o socialmente, porque parece que fuera de él no hay lugar. Ese movimiento circular del que no hay salida es su principio dinámico y fue formulado como "el principio de la enroscadura" por el autor anónimo del libro "Los arcanos mayores del Tarot" [8]
Tambien la podemos relacionar con la rueda del tiempo del "Eterno Retorno" de Nietzsche, cuyo sentido encuentra sus referentes en algunos mitoa hindus, en algunos presocráticos griegos y en el gnosticismo cristiano. Todos estos precedentes tienen que ver con el cansancio del mundo. Nietzsche utiliza el concepto como metáfora de la repetición cíclica que lleva a la absurdidad la posibilidad de cambio y de acontecimiento, para interrogarnos como se nos indica en una conocida reflexion del filósofo:
"Esta vida, tal y como tú ahora la vives y la has vivido, tendrás que vivirla una vez más e incontables veces más; y no habrá en ella nada nuevo, sino que todo dolor y todo placer, y todo pensamiento y suspiro, y todo lo indeciblemente pequeño y grande de tu vida tiene que volver a ti, y todo en el mismo orden y secuencia [...] Si aquel pensamiento cobrase poder sobre ti, transformaría al que ahora eres y quizá te despedazaría; la pregunta «¿quieres esto una vez más, e incontables veces más?», referida a todo y a todos, ¡gravitaría sobre tu actuar con el peso más abrumador! Pues ¿cómo podrías llegar a ver la vida, y a ti mismo, con tan buenos ojos que no deseases otra cosa que esa confirmación y ese sello últimos y eternos?" [9]
Es decir, ¿elegirías vivir una vida como la has vivido, o quisieras vivir una que la pudieras elegir una y otra vez sin producirte ninguna vergüenza, cuando no horror?
Sin embargo, hemos de observar que la rueda del tiempo de nuestro romántico, si bien la podemos relacionar, en un plano individual, con el campo neurótico, la podemos también extrapolar a lo social partiendo de cómo los románticos percibían el modernismo que se extendía desde la Ilustración, junto a un mayor "aburguesamiento" de algunos sectores de la población, para quienes el arte se relacionaba esencialmente con el ocio y la distracción. Percibían algo que, llevado a la actualidad, y relacionado con la dimensión personal de la neurosis, se le añade un factor inherente a la sociedad, o mejor dicho al sistema, que agudiza la dimension más enfermiza y patológica de la neurosis.
II. LA RUEDA DEL TIEMPO: DE LO INDIVIDUAL A LO SOCIAL-SISTÉMICO.
Como una visión premonitoria, Wackenroder parece entrever el futuro que nos aguarda dándonos una fuerte imagen de lo que a filósofos como Slavoj Zizek, Robert Kurz o Byung-Chul Han, entre otros, han desarrollado en sus análisis sociopolíticos, y que Safranski también resume con relación al cuento diciendo: "Este santo desnudo pone enteramente de manifiesto el concepto de la moderna sociedad de trabajo. Ya no es cuestión del resultado, del producto, sino del proceso mismo de trabajo al que todo tiene que servir: el consumo, la inversión del capital, la destrucción productiva. Todo es estar ocupado. Quien cae del zumbante mundo del trabajo, cae del mundo." [10] Es algo que el filósofo marxista y crítico social Robert Kurz (11) analiza en profundidad en su obra, y en la que nos dice que el trabajo es la verdadera sustancia del capital, y no el capital en sí mismo. Es, en ese sentido, que el santo debe esforzarse en hacer girar la rueda del tiempo porque la rueda no puede parar, siempre debe oírse su zumbido estruendoso. De hecho, el santo es una imagen de todos nosotros dentro de este engranaje, todos, inconscientemente, haciendo girar la rueda, fuera del cual parece no haber salida.
Y eso es lo que parece transmitir el santo del cuento, como que fuera del sujeto de trabajo, es decir, fuera de la rueda, no hay sujeto (de nuevo Robert Kurtz), o como dice Safranski "cae del mundo". De manera significativa, alguien me decía recientemente: "cuando no tengo trabajo dejo de ser alguien en el mundo".
Por otro lado, la concepción del capital por parte de Slavoj Zizek también supone un principio dinámico como el de la enroscadura cuando dice:
Lo verdaderamente terrorífico no está en el contenido específico oculto bajo la universalidad del Capital global, sino más bien en que el Capital es una máquina global anónima que sigue ciegamente su curso, sin ningún Agente secreto que la anime. El horror no es el espectro (particular viviente) dentro de la máquina (universal muerto), sino que la misma máquina (universal muerto) está en el corazón de cada espectro (particular viviente). [12]
Robert Kurz y su concepto del trabajo como substancia del capital, o Slavoj Zizek y el capital como una máquina global anónima dimensionan la monstruosidad de esa rueda en la que todos estamos inmersos y de la que parece no haber salida, y en la que la actitud y el estado alterado que presenta el santo también recogería las ideas que Byung-Chul Han presentó en su libro "La sociedad del cansancio" donde "el hombre depresivo es aquel animal laborans que se explota a sí mismo, a saber: voluntariamente, sin coacción externa. Él es, al mismo tiempo, verdugo y víctima." [13]. Evidentemente, no hay que entender que no haya "coacción externa", sino que esta coacción interna es producto de un proceso de introyección que se ha interiorizado en los individuos como un destino social y que se ha adoptado como cierto, o como dice Han:
"La positividad del poder es mucho más eficiente que la negatividad del deber. De este modo, el inconsciente social pasa del deber al poder. El sujeto de rendimiento es más rápido y más productivo que el de obediencia. Sin embargo, el poder no anula el deber. El sujeto de rendimiento sigue disciplinado. Ya ha pasado por la fase disciplinaria. El poder eleva el nivel de productividad obtenida por la técnica disciplinaria, esto es, por el imperativo del deber. En relación con el incremento de productividad no se da ninguna ruptura entre el deber y el poder, sino una continuidad." [14]
Con el conocido resultado de que: "La sociedad de rendimiento, por el contrario, produce depresivos y fracasados" [15]
III. EL SANTO SALE DE LA RUEDA: LA RESPUESTA DE LOS ROMÁNTICOS.
Los activos ruedan como rueda la piedra, conforme a la estupidez de la mecánica. (Friedrich Nietzsche) [16]
Dentro de su frenética actividad el hombre santo no puede olvidar que su retiro del mundo respondía a otros motivos:
Apenas en contadas ocasiones, cuando las noches lucían hermosas y la luna se elevaba delante de su oscura gruta, se abrazaba de pronto a sí mismo, gemía y lloraba desesperado, pues el ruido de la gigantesca rueda del tiempo no le dejaba en paz para que él, que era un santo, pudiera crear o realizar algo sobre la faz de la tierra. En aquellos momentos sentía un anhelo por todo lo hermoso y desconocido y hacía esfuerzos por levantarse y poner manos y pies en movimientos suaves y tranquilos, ¡pero todo esfuerzo era inútil"
Sin embargo, el ruido de la rueda siempre le llevaba a su frenética actividad. No obstante, en una de esas noches hermosas, el santo se vio tomado por la belleza del momento: las sombras de la noche, el brillo de la Luna, las estrellas, el río... En este dos amantes de desplazaban lentos y en silencio... "Habían fundido sus sentimientos más delicados y, unidos, navegaban dentro de las más ilimitadas corrientes. Desde su embarcación fluía una música etérea que flotaba ascendiendo hacia el espacio celeste." [17] Surge entonces el amor como una fuerza cósmica capaz de romper el hechizo que mantiene el santo encadenado a la rueda del tiempo. La música, la belleza, la poesía, la magia, y en especial el amor es lo que dota al mundo de otra faz, de otra mirada con la que se le mira y con la que nos mira:
Amor habita el firmamento, como oleaje puro nos inflama,
en una gloria luminar que no se encendería si amor no infundiera fortaleza
y, tocado por el hálito del cielo, cielo, agua y tierra se sonríen.
El claro de luna se prolonga en las flores,
robadas por el sueño fueron las palmeras, el follaje corona los santuarios
y, elevando sus tiernos suspiros,
desde su quimera, palmeras y flores,
hijas de amor, esparcen todos sus sonidos.
Y el Santo desapareció dejando una visión de él como un espíritu alegre y danzante entre música celestial. Acaba el cuento diciendo que "los amantes creían estar viendo al genio del amor y la música."
Un claro ejemplo de la propuesta de Novalis de romantización. En este sentido, podemos considerar el romanticismo alemán como un intento de que el movimiento abrupto que los románticos veían venir con el advenimiento de la Ilustración, la razón, la ciencia y la tecnología, y una burguesía cada vez más extendida, no rompiera la "naturaleza animada" a la que hacía referencia Jung (ver nota 4). De que el aburrimiento existencial (no necesariamente percibido como aburrimiento, más bien rellenado de distintas distracciones, cuando no adicciones), quizá mejor dicho alienación, no nos privara del don del asombro y la contemplación, y también, a través de ellos, del don del amor a través del cual, como dice Byung-Chul Han en su libro "Vida contemplativa", y trayendo a Novalis como gran ejemplo, nos acerque a "un universalismo radical que lucha por una «familia mundial» más allá de la nación y la identidad. Está animado por el anhelo de reconciliación y armonía, por la idea de la eterna paz."
IV. UNA REFLEXIÓN FINAL.
Frente a la frenética actividad capitalista, a la transformación de todo en mercancía, y con el único objetivo del beneficio y la rentabilidad, estamos dando vueltas como el hámster, o como el santo de Wackenroder, en la rueda del tiempo hecho de trabajo y capital, con el resultado de haber desanimado al mundo, y con él a nosotros mismos, nos hemos deshumanizado. Cada vez más enajenados nos desconectamos del alma del mundo, y de paso de la nuestra, perdiéndonos en toda clase de distracciones (al final, más mercancías) al servicio del capital. Muchos filósofos y psicólogos se han apercibido de este desajuste anímico, de ese cáncer del alma que el Sistema ha ido imponiendo irrevocable e implacablemente. Los trascendentalistas americanos como Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau, filósofos como Walter Benjamin, Theodor Adorno, Martin Heidegger, o psicólogos como Carl Gustav Jung o Eric Fromm, por no decir los innumerables poetas, todos ellos se apercibieron de este grave desajuste. También dentro del campo de la ciencia elevan su voz Rachel Carson, Jane Goodall, John Elkington o Andreas Malm, por poner algunos ejemplos.
Hay que aprender a desaprender y volver a aprender a mirar y a ver. Volver al don del asombro (Rachel Carson) o, como dice Mary Oliver: "la labor del poema es trascender las circunstancias ordinarias, establecerse en un segundo plano, metafísico, ese tono era importante, y útil. En el viejo poema, cumplía la función que cumple el campanario en una iglesia: "Este terreno es sagrado. Esto es distinto de lo cotidiano." [17] (La negrita es mía)
NOTAS.
___________________
[1] Safranski, Rudiger. Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán. Tusquets Editores, pág. 185
[2] Novalis. Fragments. Quaderns Crema, pàg.
[3] Ver nota 1, pág. 182
[4] Jung, C. G. Civilización en transicion. Cap. 11. Después de la catástrofe. OC Volumen 10. Editorial Trotta, par. 431
[5] Wackenroder, W. H. Un maravilloso cuento Oriental de un santo desnudo. Greenbook Editores, pág. 5 Ebook. Todas las citas de la entrada de este cuento se refieren a esta traduccion de Carola Tonegtti.
[6] Laplanche, J. & Pontalis, J. B. Diccionario de psicoanálisis. Editorial Paidós. Acepción de "compulsión a la repetición"
[7] Berne, Eric. Análisis transaccional en psicoterapia. Milenio Publicaciones, S. L.
[8] Anónimo. Los arcanos mayores del Tarot. Editorial Herder.
[9] Nietzsche, Friedrich. La gaya ciencia. Biblioteca Edaf, par. 341
[10] Ver nota 1, pág. 185
[11] Kurz, Robert. La substancia del capital. Enclave de libros Ediciones.
[12] Zizek, Slavoj. En defensa de la intolerancia. Ediciones Sequitur, pág. 59
[13] Han, Byung-Chul. La sociedad del cansancio. Ed. Herder. Kindle Ebook pos. 254
[14] Ver nota 12, pos. 215
[15] Ver nota 12, pos. 229
[16] Han, Byung-Chul. Vida contemplativa. Ed. Taurus, pág. 86
[17] Oliver, Mary. La escritura indómita. Capítulo La voz del poeta. Errata Naturae, pág. 164