domingo, 9 de junio de 2019

FRANZ JOSEPH HAYDN: Sobre el preludio y recitativo inicial del oratorio de "La Creación".

Franz Joseph Haydn.
Me gustaría empezar esta reflexión sobre la etimología de la palabra religión. A mi siempre me ha gustado aquella que la deriva de "religare", palabra latina compuesta del sufijo intensivo "re" y de la palabra "ligare", que significa ligar, amarrar. Religión, como "religare", querría decir atar o amarrar con intensidad. Yo creo que esta aproximación tiene mucho sentido, sobretodo porque religar significa que debemos unir algo que se ha separado, que se ha desatado, o bien que debemos ligar aún más fuerte algo que ya estaba ligado. De hecho, el diccionario de la lengua lo define como: volver a ligar, o bien, ligar aún más estrechamente. Y es en ese sentido que, paradójicamente, la consciencia nos separa del todo. La conciencia se crea partiendo de una distancia, una distancia que, al decir de Lacan, genera también una discordia. La conciencia, poco a poco, nos ha hecho observadores, y la observación ya conlleva un cierto distanciamiento de lo observado. Y de esa observación han surgido las grandes preguntas existenciales sobre el sentido de lo existente. La religión surgía como algo que pretendía religar estas distancias dando respuestas, ya sea a través de sus mitologías y rituales, ya de sus textos. Respuestas a hechos tan terribles como la muerte, la enfermedad y el sufrimiento, así como a los propios orígenes de todo. Intentaban responder el misterio de la existencia.



Una de las manifestaciones de la conciencia que siempre me ha atraído es el arte. El Arte como una manera de aproximarse al misterio ... Un lenguaje que se halla más allá de la religión, la filosofía y la ciencia, el arte como un vehículo que también intenta re-ligar el ser humano con el MISTERIO. A través de él se nos manifiesta todo el espectro que va desde la consciencia como discordia a la consciencia como concordia. Es desde esta perspectiva que os propogo escuchar el preludio musical de este magno oratorio "La representación del caos" (ver más abajo), así como el recitativo y el coro que le siguen, y que nos narra la creación de la luz por parte de dios. Más allá de su inspiración con los hechos que nos relata el Génesis, así como en el poema "El paraíso perdido" de Milton, me parece importante lo que transmite la música y el canto en sí mismos. La representación del caos se nos presenta con una utilización revolucionaria - en aquellos tiempos - de las disonancias, las sincopas y los cromatismos que dan una fuerte sensación de confusión y caos previos a la creación, es decir, previo al BIG BANG, de lo incognoscible que debía suceder en el interior de aquel punto infinitesimal con el que todo empezó, un punto infinitesimal que era un centro y un todo indiferenciado. Como ya muchas antiguas mitologías nos decían, el centro (representado por montañas sagradas, templos, ciudades) era el lugar donde se encontraban las tres grandes regiones: el cielo, la tierra y el infierno. En el recitativo que sigue al preludio, cantado por la voz grave del bajo, representante del Angel Rafael, se nos dice:

                                                         Al principio creó Dios el cielo y la tierra,
                                                         pero la tierra estaba informe y vacía,
                                                         y las tinieblas cubrían la superficie del abismo.

O sea, en este centro ya convivían los tres mundos: cielo, tierra y tinieblas. Convivían mezclados y lo informe dominaba.

El momento esplendoroso llega al terminar el preludio, con la entrada del coro, donde las voces lentas, casi como un susurro, como la música que las acompaña, nos describen, tal como lo hace el Génesis, la presencia de Dios en este momento previo al estallido de luz:

                                                         Y el espíritu de Dios se movía sobre la superficie
                                                         del agua; y Dios dijo:

Lentos, el coro y la música siguen murmurando las palabras creadoras de Dios:

                                                         Hágase la luz! (Se Werde Licht!)
                                                         Y fue la luz. (Un der was Licht!)

Y, de repente, al pronunciar la última palabra ... LICHT! (LUZ!), la orquesta estalla de manera atronadora de tal manera que se siente y se nota que la luz se hace, que se hace un estallido. La luz acompañada de un largo y ensordecedor trueno ... EL BIG BANG.

Cuando escucho este pasaje me parece escuchar el misterio que dio inicio con el estallido del BIG BANG, el estallido que dio inicio al tiempo y al espacio, o si se prefiere, al espacio-tiempo, y que dentro de los fenómenos que sucedieron, suceden y sucederán, llegó también con la aparición de la vida, y luego con el de la conciencia (aquí es inevitable recordar el inicio del poema sinfónico de Richard Strauss, Así habló Zaratustra, cuando el pre-homínido de 2001 descubre el poder destructor de un hueso golpeando violentamente los restos de un esqueleto, dando así inicio a la historia de la conciencia, ese otro gran estallido dentro de este Universo).

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Estela de Akhenaton, Nefertiti y sus hijos bajo los rayos de Aton.

Esta misma conciencia es la que permitió a Haydn crear un oratorio como este y, especialmente su preludio y el recitativo y coro con el que da inicio la creación. Una conciencia capaz de estremecerse ante el hecho de la creación, ante este momento con el que todo comenzó, consiguiendo expresarlo con una belleza y una intensidad sobrecogedora, una consciencia donde el observador y lo observado se unen, se re-ligan. 

La fascinación de la luz erigiéndose sobre las tinieblas iluminándolas siempre ha atraído al ser humano. La imagen del Sol elevándose sobre el horizonte siempre nos asombra en este sentido, una imagen que ya poetizó el faraón hereje Akhenaton (Amenofis IV) quien estableció un único culto en un Egipto de numerosas divinidades, el culto a Atón, dios solar, a quien canta en un su Gran Himno:

                                                    Cuando apunta el día al horizonte oriental,
                                                    llenas todas las regiones con tu perfección.
                                                    Eres bello, grande y brillante.
                                                    Te elevas por encima de todas las tierras.
                                                    Tus rayos abastan las regiones
                                                    hasta el límite de todo lo que has creado.


Tres mil trecientos años después, Pierre Teilhard de Chardin, sacerdote jesuita, científico y místico, escribía en el desierto de Ordos, en la Mongolia interior, las siguientes palabras (La Misa sobre el mundo - 1923 -):

El sol acaba de iluminar, allá lejos, la franja extrema del horizonte. Una vez más la superficie viviente de la tierra, se derspierta, se estremece y vuelve a iniciar su tremendo trabajo bajo la capa móvil de sus fuegos.

Esa fascinación casi numinosa ante nuestra estrella es un reflejo que transmite la fuerza de esta nota sostenida que hace estallar la orquesta transmite, y que más allá del dios bíblico, nos une a la profundidad del misterio de la existencia, el punto en el que comienzan los pasos que lo acompañan: el que va del caos al cosmos, de lo inanimado a lo animado, de lo animado a lo animado consciente, de lo consciente a... 


Imagen relacionada
Obertura de "La creación".


PARTE 1RA DE LA CREACIÓN. 
EL PRELUDIO MÁS EL RECITATIVO Y CORO
ESTÁN EN LOS PRIMEROS 12 MINUTOS.